De esta época se sabe poco;
su pasión por la lectura y otros aspectos se pueden entrever en el elemento
autobiográfico de sus escritos. Durante un tiempo las labores mineras del padre
llevaron a la familia Carrasquilla al pueblo de Concepción. Al escribir,
Carrasquilla aprovechó todos los datos y caracteres familiares para
involucrarlos en su obra. A los dieciséis años, el joven Tomás viajó a
Medellín, donde ingresó en el colegio preparatorio de la Universidad de
Antioquia y se matriculó en derecho. La guerra civil del año 1877 ocasionó el
cierre de la Universidad: ya no volvería a las aulas.
Regresó a Santo Domingo
donde se dedicó al oficio de sastre y a realizar frecuentes viajes a Medellín,
para realizar algunos "negocios". Entre 1879 y 1891 fue secretario
del juzgado del circuito y juez municipal. En 1888 su cuento Simón el mago le
facilitó la entrada al Casino Literario, dirigido por Carlos E. Restrepo,
futuro presidente de Colombia. En 1890 se publicó un volumen colectivo del
Casino Literario.
Hacia 1892 don Tomás creó
con algunos amigos una biblioteca pública en Santo Domingo y, para demostrar
que "puede hacerse novelas sobre el tema más vulgar y cotidiano",
escribió su primera novela: Frutos de mi tierra. Trata ésta sobre las aventuras
del joven Agustín y de la familia Alzate y sobre la vida de un pueblo pequeño,
de las envidias entre familias, los chismes y recelos, las pequeñas aventuras,
todo con gran fidelidad y certeras pinceladas que retratan fielmente la
realidad, "con lenguaje castizo y sostenida observación de
caracteres", al decir de Pedro Nel Ospina, prologuista de la obra.
"Fue Tomás Carrasquilla
-escribe Helena Iriarte- quien superó las formas planas, exteriores y un tanto
insustanciales de los costumbristas y dio el viraje hacia un realismo rico,
auténtico, que por fin iba a enfrentar y a reflejar la realidad conocida por su
autor. Con Carrasquilla aparece en Colombia el escritor de oficio, no
ocasional, que dedica su vida íntegramente a la literatura; con él surgen, como
elementos fundamentales de la narrativa, la crítica social y lo esencial humano
visto a través de personajes que, además de poseer sus propias características
individuales, pertenecen a un momento específico, a una clase social
determinada, cuyos vicios y virtudes reflejan, sin que por ello se conviertan
en tipificaciones vacías."
Tras la publicación de
Frutos de mi tierra, Carrasquilla viajó por primera vez a Bogotá, ciudad con la
que no pudo entenderse. Con su novela ya editada a un costo de 45 centavos por
ejemplar, regresó a su pueblo. Durante esta estancia en la capital, Baldomero
Sanín Cano lo introdujo en los círculos intelectuales capitalinos,
presentándole al ya famoso poeta José Asunción Silva, quien le pareció
remilgado y postizo, tal vez por su fría y elegante cordialidad.
De nuevo en Antioquia,
continuó sus viajes entre Medellín y Santo Domingo. Al sufrir una caída de un
caballo, se vio obligado a permanecer inmóvil durante dos meses en Medellín, y
cuando se repuso y regresó a Santo Domingo, una enfermedad en la garganta lo
postró nuevamente.
Durante esta época redactó
tres de sus más famosos cuentos: Blanca, Dimitas Arias y el legendario A la
diestra de Dios Padre. Este último relata la historia de Peralta, un hombre
generoso que auxilia a los miserables de la tierra y recibe la ayuda de
Jesucristo dándole poderes para ejercitar mejor su labor; detiene a la muerte y
le gana al diablo en el juego, y sube finalmente al cielo por la bondad de su
actuación en vida. A la diestra de Dios Padre fue adaptado después para el
teatro por el dramaturgo y director Enrique Buena ventura; el montaje tuvo gran
éxito a nivel nacional e internacional. Dimitas Arias es el drama de un maestro
tullido; al parecer, de hondas raíces autobiográficas.
Hasta 1903 Carrasquilla
escribió El ánima sola, San Antoñito, El padre Casafús, la crónica El baile
blanco y, en una semana, Salve, regina, que para el autor era lo único que le
parecía bueno de su obra publicada: con soberbias impresiones del hermoso
paisaje andino, Carrasquilla describe la sencilla piedad de las gentes del
campo y los dramas de una joven pareja.
En 1904 el Banco Popular de
Medellín se declaró en quiebra y, en su caída, arrastró a Carrasquilla.
Obligado a aceptar un puesto en la mina de San Andrés, cerca de Sonsón, trabajó
como encargado de provisiones entre junio de 1906 y principios de 1909. Aunque
su producción literaria se vio afectada, la experiencia le sirvió para la
observación de la realidad que era la materia prima de sus escritos. Obras de
esa época son Entrañas de niño, relato de la vida y castigo de "un rapaz
intratable, vacío, vanidoso", y la novela Grandeza.
Tomás Carrasquilla
En marzo de 1914
Carrasquilla escribió una columna semanal en El Espectador de Medellín. Esta
etapa entre 1910 y 1914 en Medellín significó el encuentro del escritor con el
ambiente nocturno y de bohemia de la capital de Antioquia, con sus tertulias
literarias y sociales. Frecuentó cantinas como La Bastilla, Chantecler, El
Globo y El Blumen. También fue miembro de tertulias como la de Susana Olózaga
de Cabo y la de los clubes Unión, Cosmos y Jockey Club.
Desde agosto de 1914 se
radicó en Bogotá, ocupando un empleo público de pequeña categoría en el
Ministerio de Obras Públicas. Vivió por ese entonces en la casa de unos
familiares de Jorge Isaacs. Al trasladarse El Espectador a Bogotá, Carrasquilla
siguió colaborando con el periódico tanto con artículos como con el cuento La
Mata, que aparecieron en las ediciones de Bogotá y Medellín. Este relato y
"El rifle", aparecido en El Liberal Ilustrado, son sus únicos cuentos
ambientados en Bogotá.
A comienzos de 1919
Carrasquilla regresó a Medellín y publicó por entregas la novela corta Ligia
Cruz, en El Espectador, entre el 20 de noviembre y el 11 de diciembre de 1920.
Aparecieron también en el mismo diario "El hijo de la dicha",
"Palo negro", "Los Cirineos", "Fulgor de un instante"
y "El superhombre". Cabe destacar que Carrasquilla gustaba de dictar
sus obras y era poco amigo de escribirlas. En 1922 redactó el homenaje a José
Asunción Silva Por el poeta, publicado en noviembre; Copas, en agosto de 1923,
y sobre todo la novela corta El Zarco, editada en 1925 en Bogotá.
El año siguiente terminó de
escribir La marquesa de Yolombó, que fue publicada dos años después. Afirma
Helena Iriarte: "Ésta es, quizás, la mejor de sus novelas; en ella
Carrasquilla plasmó su profundo conocimiento de los seres humanos, la agudeza de
su crítica, la precisión de su realismo y la capacidad para ver a los
personajes en sus permanentes cambios, para comprender la transformación, el
debilitamiento de sus ideales y propósitos, la flaqueza del ánimo en las
grandes empresas que se abandonan para satisfacer pequeños intereses, el
deterioro que va causando el tiempo en el vigor y la belleza, la penetración de
su inteligencia y su sensibilidad en lo más profundo de los seres humanos, lo
cual impide que los personajes caigan en el estereotipo, en la generalización o
en el lugar común. Es interesante anotar que las descripciones de tradiciones y
creencias, de celebraciones, fiestas y ceremonias de carácter folclórico que
aparecen en La marquesa de Yolombó no le dan a la novela carácter costumbrista;
son elementos que enriquecen la recreación del ambiente, ya sea familiar, del
pueblo o de los mineros y que, además, están en estrecha relación con
personajes y acontecimientos; muestran también lo más entrañable y auténtico de
la región y del poderoso sincretismo cultural que se ha ido consolidando y
enriqueciendo a través de siglos de convivencia de razas cuyas características
culturales se expresan a través de formas religiosas y supersticiones que han
terminado por confundirse con un catolicismo ingenuo, compartido por señores,
campesinos y esclavos...".
Desde 1926, la salud de don
Tomás se vio seriamente afectada por trastornos circulatorios, la ceguera y una
parálisis que lo inmovilizó, pero no impidió su creación literaria; dictó la
trilogía Hace tiempos, que integran Por aguas y pedrejones, Por cumbres y
cañadas y Del campo a la ciudad. Es esta trilogía una recopilación de sucesos
autobiográficos y su última gran obra literaria.
En 1936 la Academia
Colombiana de la Lengua le otorgó el Premio Nacional de Literatura y Ciencias
José María Vergara y Vergara y un jurado compuesto por Baldomero Sanín Cano,
Jorge Zalamea y Antonio Gómez Restrepo le reconoció como el primer novelista
colombiano. Estos últimos años fueron de una serie de agudos sufrimientos,
aunque raramente admitía la gravedad de su estado. Falleció el 19 de diciembre
de 1940 en Medellín, tras haber sido operado a causa de la gangrena, querido y
respetado por las gentes de su tierra, cuyas angustias, alegrías y carácter
supo plasmar él en su extensa obra.
Manuel
Mejía Vallejo
(Aragon Rivera Daniel Felipe-Valencia
Luisa Fernanda-Agudelo Ortiz Camila-Valencia Orozco Santiago)
(Jericó, Antioquia, 1923 -
El Retiro, Antioquia, 1998) Escritor colombiano. Su obra narrativa describe la
violencia civil (La tierra éramos nosotros, 1945; El día señalado, 1964, premio
Nadal) o los ambientes populares urbanos (Al pie de la ciudad, 1958; Aire de
tango, 1973). En 1989 obtuvo el premio Rómulo Gallegos por su novela Años de
indulgencia.
La niñez de Manuel Mejía
Vallejo transcurrió en el campo, en la zona rural de Jardín, junto a sus padres
Alfonso Mejía Montoya y Rosana Vallejo. En 1940 se trasladó a Medellín, y en
1943 terminó el bachillerato en la Pontificia Universidad Bolivariana. Para ese
entonces mostraba una clara inclinación por la literatura, pues desde los trece
años ya escribía a su madre largas cartas de sorprendente estilo y había
publicado algunos poemas en el periódico estudiantil El Tertuliano. Como muchos
de los grandes escritores, era amigo de la bohemia, que compartía con el poeta
Carlos Castro Saavedra, Edgar Poe Restrepo, Óscar Hernández y Alberto Aguirre.
Manuel Mejía Vallejo
En 1944 ingresó en el
Instituto de Bellas Artes de Medellín para estudiar escultura y dibujo, pero no
continuó, pues se convenció de que su vocación era la de escritor; muy
rápidamente dio prueba de ello al publicar en 1945 su primera novela, La tierra
éramos nosotros, la cual ha sido atribuida a su tío Manuel María Mejía. La
edición se debió a su madre, quien la entregó al grupo de los Panidas,
coordinado por León de Greiff, sin que Mejía lo supiera; fue tan positiva la
impresión que en ellos dejó el libro que recomendaron su publicación. El año
siguiente se trasladó a Bogotá junto con Carlos Castro Saavedra y Alberto
Escobar; la bohemia de la capital también lo envolvió, especialmente la del
famosísimo café El Automático, donde además de departir con el maestro De
Greiff y otros consagrados intelectuales, conoció al director de teatro Enrique
Buenaventura y al también escritor y pintor Héctor Rojas Herazo.
En 1947 regresó a Medellín y
fue nombrado secretario de auditoría de la Contraloría Departamental de
Antioquia. Ocupó también la presidencia de la Casa de Cultura de la capital
paisa, e inició su vida de periodista como colaborador del periódico El Sol. El
9 de abril de 1948 participó activamente en los motines que se llevaron a cabo
en Medellín con motivo del asesinato en Bogotá del caudillo popular Jorge
Eliécer Gaitán, lo que le significó ser retirado, el 11 de abril, de su
trabajo. A principios de 1949 se vinculó como profesor de literatura del Liceo
de la Universidad de Antioquia, pero, a raíz de la violencia política desatada,
tuvo que abandonar el país en 1950, junto con Mario Berrio Montoya y Mario
Vélez.
Se radicó entonces en
Venezuela y trabajó como redactor de planta del diario Panorama de Occidente,
de Maracaibo. Muchos de sus artículos aparecieron firmados con los seudónimos
de Naután y Candil. En Venezuela vivió hasta que fue expulsado en 1952 por sus
editoriales en contra del dictador Marcos Pérez Jiménez. Durante el tiempo de
permanencia en Maracaibo, Mejía Vallejo siguió escribiendo cuentos: en 1951 se
publicó en el Magazín Dominical de El Espectador "El milagro", que
fue seleccionado entre los mejores en el VI Concurso Anual del Cuento de
Caracas, y en 1952 obtuvo el tercer premio en el mismo evento.
En 1953 se trasladó a
Guatemala, donde hizo amistad con el gran escritor Miguel Ángel Asturias.
Escribió una serie de artículos en contra del coronel Carlos Castillo Armas,
quien había derrocado al presidente constitucional Jacobo Arbens, lo que le
valió la deportación a Honduras. Luego de una fugaz entrada clandestina en
Guatemala, decidió establecerse, entre 1955 y 1957, en San Salvador.
Durante los siete años que
permaneció en Venezuela, Guatemala, Honduras y El Salvador, Manuel Mejía
Vallejo ejerció principalmente las funciones de periodista: llegó a escribir
hasta treinta páginas diarias. En 1955 participó en el Concurso Internacional
de Cuento de
El Nacional de México con
"Tiempo de sequía", una de sus narraciones más publicadas, con la
cual obtuvo un premio. Al año siguiente consiguió dos primeros puestos: en el
XI Concurso Anual de Caracas, con "Al pie de la ciudad", y en el
Concurso Centroamericano de Cuento, en El Salvador, con "La muerte de
Pedro Canales". En 1957 escribió su primer libro de ensayo, Breve elogio
de la muerte. Puede decirse que entre 1945 y 1958 Manuel Mejía Vallejo se
preparó para la literatura, se documentó y adelantó esbozos de lo que sería su
producción posterior.
En 1957 regresó Manuel Mejía
Vallejo a Colombia y se radicó en Medellín, ciudad en la que, hasta 1962, ocupó
el cargo de director de la Imprenta Departamental de Antioquia, empleo desde el
cual adelantó una importante labor cultural: por ejemplo, en 1958 reinició la
Colección de Autores Antioqueños y en 1961 realizó el Primer Festival del Libro
Antioqueño, en colaboración con Alberto Aguirre y Carlos Castro Saavedra.
Publicó, además, una Antología del cuento antioqueño. En 1962 perteneció al
grupo La Tertulia, de Medellín.
Hasta 1963, Mejía Vallejo
fue esencialmente un reconocido cuentista. Después de su retorno al país,
siguió cosechando éxitos en concursos de cuentos nacionales: en 1957 ganó el
primer premio en el Concurso Nacional de Cuento Folclórico con "Riña para
cuatro gallos", y publicó la primera edición de un volumen de sus cuentos,
que tituló Tiempo de sequía. En 1958 editó un segundo y un tercer volúmenes: Al
pie de la ciudad y Cielo cerrado.
Fue entonces cuando en
España obtuvo el Premio Nadal con la novela El día señalado (1964), que marcó
un hito dentro de la literatura de la violencia, pues hasta ese momento la
narrativa que se había dedicado a novelar el fenómeno era de tono testimonial,
patrón del que sólo se escapaban El Cristo de espaldas (1952) y Siervo sin
tierra (1954), de Eduardo Caballero Calderón. En la primera novela maestra de
Mejía Vallejo, la trama se erige sobre el arquetipo de la aldea latinoamericana
de los años cuarenta y cincuenta. Es una novela donde los conflictos sociales
se resumen en las luchas locales que las fuerzas del poder económico y político
mantienen contra la guerrilla surgida al calor del triunfo de la revolución
cubana.
En 1963 fue nombrado
director de la Emisora Cultural y de la imprenta de la Universidad de
Antioquia, cargo al que renunció para viajar a España el año siguiente. A su
regreso, se vinculó como profesor de historia del arte en el Instituto de Artes
de Medellín, actividad en la que permaneció hasta 1967, cuando fue nombrado
profesor de español y literatura de la Universidad Nacional de Medellín, centro
docente en el que trabajó hasta 1981, cuando fue pensionado. En aquel año de
1967 publicó su cuarto volumen de relatos, Cuentos de zona tórrida. Para ese
momento era la figura más importante de la literatura de su región y fue
condecorado en 1968 con la Estrella de Antioquia.
Sólo en 1972 Manuel Mejía
Vallejo volvió a aparecer en el ámbito literario colombiano al obtener una
mención especial en el Premio Casa de las Américas, de Cuba, por su novela Las
muertes ajenas. Al año siguiente Aire de tango fue premiada en la Primera
Bienal de Novela Colombiana y obtuvo también el Premio Vivencias de Cali. Son
dos novelas importantes dentro del género de la literatura urbana en Colombia,
en especial Aire de tango, que además de versar sobre las zonas arrabaleras de
Medellín, es su obra más elaborada, innovadora y compleja desde el punto de
vista de la estructura literaria. Esa temática urbana ya la había mostrado por
primera vez en Al pie de la ciudad, sobre las gentes que escarban en los
desagües para buscar lo que se escapa por las cañerías. Tanto Aire de tango
como Las muertes ajenas son novelas en las que Mejía llega a su madurez plena
como escritor.
En 1975 contrajo matrimonio
con Dora Luz Echeverría Ramírez, con quien tendría cuatro hijos: Pablo Mateo,
Maria José, Adelaida y Valeria. Viajó a la Unión Soviética como delegado de
Colombia al Congreso Mundial de Escritores. Al año siguiente publicó su quinto
volumen de cuentos, Las noches de la vigilia, en la colección Biblioteca Básica
Colombiana del Instituto Colombiano de Cultura. En 1978 viajó a Cuba como
jurado del concurso Casa de las Américas e invitado al Congreso Mundial de
Escritores. En este último año, acorde con su vocación pedagógica, comenzó a
dirigir el taller de escritores de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Un
año más tarde volvió a las lides periodísticas como colaborador del diario El
Mundo, de Medellín. En 1980 participó en el Primer Encuentro de Escritores
Latinoamericanos en la Universidad de La Sorbona (París) y publicó un libro de
coplas, Prácticas para el olvido, que había escrito en 1977.
Al igual que muchos
escritores latinoamericanos, Manuel Mejía ideó un microcosmos, el pueblo de
Balandú, en el que representó la provincia y en especial la cultura de la
colonización paisa. La serie se había iniciado en La tierra éramos todos y
prosiguió con Tarde de verano (1980), novela laureada en el Concurso Plaza y
Janés de 1979, y tuvo su mayor desarrollo con La casa de las dos palmas (1988)
galardonada con el codiciado Premio Rómulo Gallegos en 1989, concurso del que
había sido jurado en 1981.
Entre ambas novelas publicó
un cuarto libro sobre la temática urbana, aunque íntimamente ligado al campo: Y
el mundo sigue andando; dos nuevos libros de ensayo: María más allá del Paraíso
(1984) y Hojas de papel (1985); una novela corta, El hombre que parecía un
fantasma (1984), que es una biografía del poeta antioqueño Porfirio
Barba-Jacob, y dos relatos más: Los negociantes (1985) y La sombra de tu paso
(1987). Publicó además su segundo volumen de versos: Décimas. El viento lo dijo
(1981).
En 1986 y 1987, Mejía
Vallejo recibió dos lauros importantes como reconocimiento a su labor
literaria: doctor honoris causa de la Universidad Nacional y Orden al Mérito
Literario en Cali. Ya antes, en 1984, durante la presidencia de Belisario
Betancur, había sido condecorado con la Orden de San Carlos. En 1990 publicó un
complemento a su trabajo sobre la provincia antioqueña, el volumen de cuentos
Otras historias de Balandú, y en 1991 otra novela sobre el mismo tema, Los
abuelos de cara blanca. Continuó editando sus versos (Memoria del olvido, 1990)
y sus coplas (Soledumbres, 1990). En 1992 escribió el texto para el libro de
fotografía Colombia campesina. En 1993, con motivo de sus setenta años, se le
rindieron diversos homenajes y publicó su último volumen de cuentos, Sombras
contra el muro.
En sus últimos años Mejía
Vallejo vivió refugiado en una casa campestre, Ziyuma, que en guajiro significa
"cerca del cielo", en los alrededores de Medellín; allí escribió
todas sus obras desde Tarde de verano. Es uno de los autores colombianos de
quien más obras han sido llevadas a la pantalla de televisión: El día señalado,
Las muertes ajenas y La casa de las dos palmas han sido adaptadas y realizadas
por programadoras colombianas con un notable éxito de audiencia.
Simón
Bolivar
(Arango
Alvarez Manuela-Torres Maldonado Juan Felipe-Arango Restrepo Manuela-Roman
Gonzales Katerine)
Cuando la Independencia de
América comenzaba a pensarse con otros nombres y a iniciar su recorrido
autónomo, nació en Caracas, el 24 de julio de 1783, Simón José Antonio de la
Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Venezuela era entonces una Capitanía
General del Reino de España, en cuya población se respiraban resquemores por
las diferencias de derechos existentes entre la oligarquía española dueña del
poder, la clase mantuana o criolla, terratenientes en su mayoría, y los
estratos bajos de pardos y esclavos.
Los mantuanos, a pesar de
los privilegios que tenían, habían desarrollado un sentimiento particular del
"ser americano", que los invitaba a la rebeldía: "Estábamos
(explicaría Bolívar más tarde) abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo
en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado.
Jamás éramos virreyes ni gobernadores sino por causas muy extraordinarias;
arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en calidad
de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni
magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes; todo en contravención
directa de nuestras instituciones".
Ésta era, por lo demás, la
clase a la cual pertenecían Juan Vicente Bolívar y Ponte, y María de la
Concepción Palacios y Blanco, padres del niño Simón. Era el menor de cuatro
hermanos y muy pronto se convertiría, junto a ellos, en heredero de una gran
fortuna. Bolívar quedó huérfano, definitivamente, a los nueve años de edad,
pasando al cuidado de su abuelo materno y posteriormente de sus tío Carlos
Palacios; ellos velarían por la educación del muchacho, mientras la negra
Hipólita, su esclava y nodriza, continuaría ejerciendo sus funciones de
cuidado.
Simón Bolívar
Entre los valles de Aragua y
la ciudad de Caracas discurrió la infancia y parte de la adolescencia del joven
Simón. Combinaba sus estudios en la escuela de primeras letras de la ciudad con
visitas a la hacienda de la familia. Más tarde, a los quince años de edad, los
territorios aragüeños cobrarían un nuevo significado en su vida cuando, por la
mediación que realizara su tío Esteban, "ministro del Tribunal de la
Contaduría Mayor del Reino" ante el rey Carlos IV, fuera nombrado
"subteniente de Milicias de Infantería de Blancos de los Valles de
Aragua".
Mientras esto sucedía, tuvo
la suerte de formarse con los mejores maestros y pensadores de la ciudad;
figuraban entre ellos Andrés Bello, Guillermo Pelgrón y Simón Rodríguez. Fue
este último, sin embargo, quien logró calmar por instantes el ímpetu nervioso y
rebelde del niño, alojándolo como interno en su casa por orden de la Real
Audiencia; lo cual sería la génesis de una gran amistad. Pero ni esto ni
aquello de la milicia fueron suficientes para aquietar al muchacho, y sus tíos
decidieron enviarlo a España a continuar su formación.
La estancia en Europa
Corría el año 1799 cuando
Bolívar desembarcó en tierras peninsulares. En Madrid, a pesar de seguir sus
estudios, el ambiente de la ciudad le seducía: frecuentaba los salones de
lectura, baile y tertulia, y observaba maravillado la corte del reino desde los
jardines de Aranjuez, lugar éste que evocaría en sueños delirantes en su lecho
de muerte. Vestía de soldado en esos tiempos en los cuales España comenzaba a
hablar de Napoleón, y así visitaba al marqués de Ustáriz, hombre culto con
quien compartía largas tardes de conversación.
En una de ellas conoció a
María Teresa Rodríguez del Toro, con quien se casaría el 26 de mayo de 1802 en
la capilla de San José, en el palacio del duque de Frías. Mientras Bernardo
Rodríguez, padre de la
muchacha, decidía dar largas
al compromiso, Bolívar los sigue hasta Bilbao y aprovecha para viajar a
Francia: Bayona, Burdeos y París. Inmediatamente después de la boda se
trasladan a Caracas y, a pesar de los resquemores que canalizaban los criollos
a través de sus conspiraciones, Bolívar permanece junto a su esposa llevando
una vida tranquila. Esto apenas duraría, sin embargo, pues María Teresa murió
pocos días después de haberse contagiado de fiebre amarilla, en enero de 1803.
Bolívar, desilusionado, decide alejarse y marcha nuevamente a Europa.
Los acontecimientos en
Venezuela comenzaban a tomar aires de revuelta mientras el caraqueño Francisco
de Miranda, desde Estados Unidos y las Antillas, preparaba una invasión que
dibujaba la noción de Independencia. Ajeno a todo aquello, Bolívar se reúne con
su suegro en Madrid, para trasladarse a París en 1804. Napoleón no tardaría en
declararse emperador de Francia. Este último había organizado una clase
aristócrata, hallada entre la burguesía, que se reunía en los grandes salones a
los cuales asistía Bolívar en compañía de Fernando Toro y Fanny du Villars.
El todavía joven Bolívar,
especie de dandy americano, se contagia poco a poco de las ideas liberales y la
literatura que inspiraron la Revolución Francesa. Era un gran lector y un
interlocutor bastante interesado en la política de la actualidad. En esos
tiempos conoció a Alexander von Humboldt, expedicionario y gran conocedor del
territorio americano, quien le habla de la madurez de las colonias para la
independencia; "lo que no veo (diría Humboldt) es el hombre que pueda
realizarla".
Simón Rodríguez se hallaba
en Viena; Bolívar, al enterarse, corrió en su búsqueda. Posteriormente el
maestro se trasladó a París, y en compañía de Fernando Toro emprendieron un
viaje cuyo destino final era Roma. Cruzaron los Alpes caminando hasta Milán,
donde se detuvieron el 26 de mayo de 1805 para presenciar la coronación de
Napoleón, a quien Bolívar admiraría siempre. Después Venecia, Ferrara, Bolonia,
Florencia, Perusa y Roma. En esta última ciudad se produjo el llamado Juramento
del Monte Sacro, en el cual, en presencia de Rodríguez y Fernando Toro, Bolívar
juró "romper con las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder
español".
Bolívar en un retrato
realizado hacia 1805 en París
Evidentemente, esta
circunstancia no nace en Bolívar ni se produce de forma repentina. El fervor
del momento y sus conversaciones con importantes intelectuales de la talla,
precisamente, de su maestro, le hacen comprender la situación de América
respecto a España. Bolívar se entera de las fallidas expediciones libertadoras
de Francisco de Miranda en Ocumare y la Vela de Coro, y decide emprender viaje
de regreso.
La gestación de un ideal
Bolívar regresó a Caracas a
mediados de 1807, tras una corta estancia en Estados Unidos, para retornar a su
antigua vida de hacendado. José Antonio Briceño, un vecino de tierras y fincas,
le esperaba con un cerco en sus tierras; tal asunto debía resolverse cuanto
antes. Las incursiones de Miranda habían incorporado entre algunos caraqueños
el concepto de la emancipación; sin embargo, la gran mayoría de los criollos se
conformaba con rebelarse pasivamente violando las normas que se dictaban desde
España.
Bolívar ya se había incorporado
a las actividades de la conspiración (en 1808 ya conspiraba) cuando estalló la
revuelta el 19 de abril de 1810. Las noticias del reino anunciaban la invasión
de España por parte de las tropas de Napoleón y el secuestro del rey y su hijo
Fernando. La situación era propicia para que el conde de Tovar presentara al
gobierno un proyecto para crear una junta de gobierno adscrita a la Audiencia
de Sevilla. Los criollos demandaban participación política. En un comienzo, las
autoridades se mostraron reacias al proyecto, pero, posteriormente, ante el
vacío de poder que se había creado, decidieron pactar con los conspiradores.
Bolívar, enterado de la situación, abrió las puertas de "la cuadra de
Bolívar" para incorporarse en las reuniones. Se negó categóricamente a
participar en el proyecto de la coalición; para él, debía clamarse por la
emancipación absoluta.
En las vísperas del jueves
santo de 1810, arribaron a la ciudad los comisionados de la nueva regencia de
Cádiz, órgano que actuaría en sustitución de Fernando VII para formar nuevo
gobierno. El capitán general se les unió y al día siguiente los criollos le
sitiaron y le obligaron a dirigirse al cabildo. La mitología venezolana recoge
de esta fecha el instante en el cual Vicente de Emparan, capitán general, se
asoma en el balcón del cabildo de Caracas para interrogar al pueblo enardecido
acerca de la voluntad del mismo a continuar aceptando su mando, con el clérigo
José Cortés de Madariaga detrás de él haciendo señas con su dedo al pueblo para
que lo negasen. Tras un rotundo "¡No!" por parte de la población,
Emparan dice: "Pues yo tampoco quiero mando". Estalló la famosa
revuelta caraqueña que, sin proponérselo, daba inicio al proceso de
Independencia de Venezuela. Se creó una Junta Suprema de Venezuela. Bolívar fue
nombrado por ésta "Coronel de Infantería". Le fue asignada la tarea
de viajar a Londres, en compañía de Andrés Bello y Luis López Méndez, en busca
de apoyo para el proyecto del nuevo gobierno.
En Londres fueron recibidos
por el ministro de Asuntos Exteriores, Lord Wellesley, quien después de varias
entrevistas terminó por mantenerse neutro frente a la situación. Bolívar, a
pesar de ver frustrado el intento, encontró en esta coyuntura el último empujón
que le faltaba para decidirse a entregar su alma y su vida por la idea de la
emancipación absoluta de toda la América. La pieza clave de esta circunstancia
la halló en la figura de Francisco de Miranda, ideólogo y visionario de la
Independencia de América, quien ya había ideado, entre otras cosas, un proyecto
para la construcción de una gran nación llamada "Colombia". Bolívar
se empapó de las ideas de este hombre y las reformuló a lo largo de una campaña
que duraría veinte años.
Bolívar regresó a Caracas
convencido de la misión que decidió atribuirse. Miranda no tardaría en
seguirlo; su figura era algo mítica entre los criollos, tanto por el largo
tiempo que pasó en el exterior como por su participación en la Independencia de
Norteamérica y en la Revolución Francesa. Casi nadie lo conocía, pero Bolívar,
convencido de la utilidad de este hombre para la empresa que se iniciaba, lo
introdujo en la Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía (creada en agosto
de 1810). Ganados ambos a la idea de proclamar una Independencia absoluta para
Venezuela, instaron a los miembros de la Sociedad a pronunciarse a favor de
ello ante el Congreso Constituyente de Venezuela, reunido el 2 de marzo de
1811. Fue a propósito de ello que Bolívar dictó su primer discurso memorable:
"Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana.
Vacilar es perdernos". El 5 de julio de 1811 el Congreso declaró la
Independencia de Venezuela y se aprobó la Constitución Federal para los estados
de Venezuela.
La primera República se
perdió como consecuencia de las diferencias de criterios entre los criollos, de
los resentimientos entre castas y clases sociales, y de las incursiones de
Domingo Monteverde, capitán de fragata del ejército realista, en Coro,
Siquisique, Carora, Trujillo, Barquisimeto, Valencia y, finalmente, Caracas. Estaba
claro que una guerra civil iba a desatarse de inmediato, pues la empresa en
cuestión era todo menos monolítica. Bolívar tomaría conciencia del carácter
clasista de la guerra y reflexionaría sobre ello a lo largo de todas sus
proclamas políticas. En esta oportunidad, sin embargo, le tocó defender la
República desde Puerto Cabello. A pesar de su excelente labor política y
militar en defensa del castillo, todo fue inútil; las fuerzas del otro bando
eran superiores, y a ello se le sumaba la ruina causada por los terremotos
ocurridos en marzo de 1812. El 25 de julio se produjo la capitulación del
generalísimo Francisco de Miranda; si bien necesaria en su opinión, esta acción
llenó de ira a Bolívar, quien, al enterarse de los planes de Miranda de
abandonar el territorio, participó en su arresto en el puerto de La Guaira:
"Yo no lo arresté para servir al rey sino para castigar a un
traidor".
La estrategia de Bolívar fue
entonces huir hacia Curazao, desde donde partió a Cartagena. Su intención,
arropada en el manto de un discurso deslumbrante, era encontrar apoyo en las
fuerzas neogranadinas para emprender en Venezuela la reconquista de la
República. "Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado
prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas": con estas
palabras prosiguió el Manifiesto de Cartagena, carta de presentación de Bolívar
ante el Soberano Congreso, en el cual hace un diagnóstico de la derrota al
tiempo que ofrece sus servicios al ejército de esa región. Los vecinos lo acogieron
otorgándole el rango de Capitán de Barrancas.
Bolívar libró unas cuantas
batallas, incluso desobedeciendo órdenes, y bajo el mismo procedimiento
emprendió su arremetida hacia Venezuela. Se inició en mayo de 1813 la Campaña
Admirable, gesta que consistió en la reconquista de los territorios del
occidente del país y en forma simultánea los de Oriente a cargo de Santiago
Mariño hasta entrar triunfalmente en Caracas en agosto del mismo año. ¡Vuelve
la República! A su paso por Mérida le llamaban "el Libertador", y con
ese nombre fue ratificado por la municipalidad de Caracas, que le nombró,
además, capitán general de los ejércitos de Venezuela.
La guerra de liberación
Estaba claro que la
naturaleza de la guerra era cambiante, lo cual no tardaría en demostrarse
nuevamente. La astucia con la cual Bolívar intentó polarizar los bandos a
través del Decreto de guerra a muerte de 1813 ("Españoles y canarios,
contad con la muerte, aun siendo indiferentes. [...] Americanos, contad con la
vida, aun cuando seáis culpables"), no fue suficiente para mitigar las
diferencias existentes entre los ejércitos de pardos y negros frente a la gesta
emancipadora. La furia de los ejércitos llaneros, al mando del asturiano José
Tomás Boves, obligó al éxodo de Caracas en julio de 1814. La República cae
nuevamente.
En la batalla de Araure (5
de diciembre de 1813)
Había que repensar la
situación. Después de un corto pero victorioso tránsito por la Nueva Granada es
nombrado general de división, y tras lograr la adhesión de Cundinamarca, capitán
general de la confederación de la Nueva Granada, marcha hacia Jamaica en mayo
de 1815. En Kingston se dedicó a divulgar, a través de una copiosa
correspondencia con personalidades de todo el mundo, la intención de la guerra
que se estaba librando en el territorio de la América meridional. Hasta
entonces, el mundo sólo conocía la versión de los realistas.
De estos documentos
divulgativos, el más famoso es la Carta de Jamaica. En ella reproduce el
panorama de todas las luchas que se llevaban simultáneamente en América,
especula acerca del futuro del territorio, y adelanta la idea de la unión
colombiana. Y es que la escritura fue un capítulo importante en la vida de
Bolívar. El poder que ejercía su pluma, puede decirse, le garantizó gran parte
de sus triunfos. Revolucionó el estilo de la prosa haciendo de su letra el
reflejo vivo de sus pasiones, pensamientos y acciones. Sus amanuenses y
secretarios convenían en que los dictados del Libertador "tenían ganada la
imprenta sin un soplo de corrección". Desde el despacho de Jamaica
preparaba la nueva estrategia para Venezuela.
La reconquista de Venezuela
tardaría seis años en conseguirse. Las expediciones se iniciaron en Margarita,
continuaron su escalada por el oriente en dirección hacia Guayana, habilitaron la
navegación del Orinoco en marcha hacia los llanos y, después, por el Ande hasta
Boyacá y Bogotá, y desde el occidente hasta Valencia, para sellar la
independencia definitiva en Carabobo, el 24 de junio de 1821.
La batalla de Carabobo
Fueron los tiempos de Pablo
Morillo, enviado del ya liberado Fernando VII. Vencerlo fue tarea difícil, y
Bolívar tuvo que emplear nuevas estrategias de adhesión: proclamó la libertad
de los esclavos, ofreció tierras a cambio de lealtad militar. Obtuvo la lealtad
de los ejércitos llaneros, al mando de José Antonio Páez, vitales en la
liberación de esta contienda junto a un contingente importante de soldados y
generales europeos, británicos fundamentalmente, quienes anhelaban unirse al
Libertador. Simultáneamente, Bolívar se encargó de la reconstrucción política
de la región: convocó un Congreso en Angostura en febrero de 1819, donde
pronunció un célebre discurso en el cual instó a los representantes a proclamar
una constitución centralista y la creación de la Gran Colombia.
El sur se encontraba en la
mira de Colombia, es decir, de Bolívar. La liberación y adhesión de Quito y
Guayaquil resultaba fundamental para mantener la hegemonía de Colombia en el
continente. Ello fue logrado, desde el punto de vista militar, en la batalla de
Pichincha, y desde el punto de vista político, por las negociaciones
adelantadas por Sucre y Bolívar en la región. La jornada de Independencia, sin
embargo, terminaría en Perú con las batallas de Junín y Ayacucho, en 1824.
El valor estratégico que
tenía la liberación y conquista de este territorio por parte del ejército
Libertador era promover la salida definitiva de los españoles del territorio
americano. Pero, además, se trataba del triunfo de la ideología bolivariana
republicana sobre la propuesta de construir una monarquía en los territorios
del sur, defendida por la oligarquía peruana y secundada aparentemente por José
de San Martín, "Libertador del Sur" y "Protector" de
aquellas tierras. Ambos libertadores se reunieron en Guayaquil en julio de 1822
con el fin de tratar éste y otros asuntos relativos a la guerra. Nunca se supo
de qué hablaron, pero el curso de los acontecimientos brinda la evidencia de un
pacto en el cual San Martín cede. Bolívar anhelaba para el Alto Perú su
reivindicación definitiva como tierra incaica frente a la devastadora clase
dominante limeña. En ese territorio, después de la batalla de Ayacucho se
construye una nación con el nombre de Bolívar (Bolivia). Sucre queda al mando y
Bolívar regresa a rendir cuentas al Congreso colombiano; corría el año 1826.Los
meses que precedieron la muerte del Libertador en Santa Marta, en 1830, le
significaron a Bolívar la evocación de la memoria de su amarga derrota
política. La trayectoria desde lo alto de la cima del Chimborazo cuando Bolívar
deliraba y se confundía con el "Dios de Colombia" hasta su renuncia a
la presidencia de Colombia en abril de 1830, significó para Bolívar la lucha
por la verdadera construcción de las naciones. Abogó en todo momento por la
edificación de un Estado centralista que lograra cohesionar aquello que en
virtud de la heterogeneidad racial, cultural y geográfica no resistía la
perfección de una federación.
Todo fue inútil. Las pugnas
caudillistas y nacionalistas vencieron y procedieron a la separación de
Venezuela y Ecuador de la Gran Colombia. Recordaba a Manuelita Sáenz, su último
amor y la "Libertadora" de su vida en el atentado del 25 de
septiembre de 1828, en Bogotá; también evocaba otros amores y otros atentados.
Lloraba la muerte de Sucre, recordaba y deliraba, y así murió, solo y
defenestrado de los territorios que había libertado, por causa de una
hemoptisis, en la Quinta San Pedro Alejandrino, el 17 de diciembre de 1830. En
1842 el gobierno de Venezuela decidió trasladar los restos de Bolívar, según su
último deseo. Desde entonces, su legado ha devenido mito y veneración como
"fundador de la patria".
José
Eustasio Rivera
(Arias Villada Kevin-Rodriguez Osorio
Juan Jose-Arias Tabarez VivianaSuarez Rodrigues Hamer)
(Rivera, 1888 - Nueva York,
1928) Escritor colombiano autor de la novela La vorágine (1924), considerada un
clásico de la literatura hispanoamericana. Hasta la llegada de La vorágine, la
literatura colombiana sólo tenía en la María de Jorge Isaacs (1867) una obra de
indiscutible altura universal. Rivera logró en esta narración desembarazar la
novela nacional del localismo detallista propio del costumbrismo y, con
original expresión, supo plasmar a través de la tragedia de Arturo Cova la
enconada lucha del hombre con la naturaleza.
José Eustasio Rivera nació
en el pequeño pueblo de San Mateo, hoy Rivera (Huila), el 19 de febrero de
1888, en el seno de una familia dedicada a las labores del campo y con
aguerridos antepasados huilenses; su padre, don Eustasio Rivera, era hermano de
los generales conservadores Pedro, Napoleón y Toribio Rivera, quienes
desempeñaron importantes cargos en la administración, el Congreso y el campo
educativo. Casado con Catalina Salas, el matrimonio tuvo once hijos.
José Eustasio Rivera
Rivera hizo sus primeros
estudios en Neiva, primero en el colegio de Santa Librada y posteriormente en
el de San Luis Gonzaga, mostrando tempranamente su inclinación por las letras.
Influido por las corrientes románticas y modernistas, ya desde sus primeros
poemas reveló su inquietud por la naturaleza. Dice en "Gloria", por
ejemplo: "yo llevo el cielo en mí..." o "yo llevo la cascada que
en oscura selva se rompe; y he amoldado a mi cráneo la llanura y se ha
encerrado en él la cordillera".
A través de su
identificación con la geografía nacional, José Eustasio Rivera logró una poesía
llena de emoción, sin pertenecer a los movimientos de su época como los Nuevos,
ni a la acartonada generación centenarista. Otros de estos poemas escritos
entre 1906 y 1909 son "Tocando diana", "En el ara",
"Dúo de flautas", "Triste", "Aurora boreal" y
"Diva, la virgen muerta". La visión de la naturaleza le sirvió para
interpretar y fortalecer su propia personalidad. Pero no se quedaría en la mera
descripción del entorno, sino que, tanto en esta primera obra como en poesías
posteriores y en su prosa, expresó su sentido trágico de la existencia humana,
de lo fugaz y limitado de la vida.
En 1906 viajó a Bogotá para
ingresar, becado, en la Escuela Normal. Tres años más tarde se desempeñó como
inspector escolar. En los Juegos Florales de Tunja, en los que se conmemoraba
el centenario del grito de Independencia, Rivera obtuvo el segundo lugar con
poemas de corte épico, muy influidos por la poética de Miguel Antonio Caro:
"Oda a España" fue publicada en septiembre de 1910 por El Tropical de
Ibagué. Regresó a Bogotá donde, para mantenerse, trabajó en el Ministerio de
Gobierno, mientras estudiaba en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de
la Universidad Nacional, graduándose en 1917 con la tesis Liquidación de las
herencias. De ese entonces data su drama teatral Juan Gil. Pocos meses después
de egresado, le fue ofrecida desde Neiva una curul en la Cámara de
Representantes, que Rivera aceptó. Pronto, un telegrama del obispo de Garzón,
Esteban Rojas, pidiéndole la renuncia "por el bien de la unidad
católica", hizo que el escritor exclamara: "Me barrieron de un
sotanazo".
El primer contacto de José
Eustasio Rivera con los Llanos Orientales tuvo lugar en enero de 1916. El
segundo fue en abril de 1918, cuando, en función de su profesión de abogado,
viajó en bongó por el río Meta hasta la hacienda Mata de Palma, estadía que
duró hasta el mes de febrero de 1920 y durante la que hizo amistad con Luis
Franco Zapata, figura clave en la génesis de La vorágine. En 1912 Luis Franco
Zapata se había escapado con Alicia Hernández Carranza desde Bogotá, donde ella
trabajaba como empleada de una tienda. Juntos llegaron al fondo de la Amazonia,
entre Colombia y Venezuela, y se instalaron en las caucherías del Brazo
Casiquiare, cerca de Brasil.
En 1918, en Orocué, Luis
Franco Zapata le contó todas sus historias a Rivera, desde las más íntimas
hasta las de índole social, sin excluir las mitológicas, las de aventuras y las
de sangre. "La mayor parte de los personajes de La vorágine (afirma Isaías
Peña Gutiérrez) surgieron de los relatos de Luis Franco Zapata, incluidos los
nombres, que poco variaron." Cerca de Orocué, Rivera tuvo un segundo
ataque de cefalea que se repitió en Sogamoso en 1919 y, de regreso a Orocué,
sufrió las fiebres del paludismo, que le curaron Luis Franco y Alicia.
De nuevo en Bogotá, Rivera
participó en la tertulia del Olimpito, que solía reunirse en los cafés Windsor
o Inglés; asistían jóvenes poetas como Rafael Maya o Luis Rosales, e
intelectuales como Luis López de Mesa. Gran amigo de Rivera fue el poeta Miguel
Rasch Isla, y simultáneamente con él puso José Eustasio en las librerías su
primer libro, Tierra de promisión (1921). Compuesto por 55 sonetos y dividido
en tres partes (la selva, las cumbres y el llano), de este poemario dijo Juan
Lozano y Lozano al mes siguiente de su publicación: "Son versos perfectos
de salvaje realeza. Allí está íntegra, pero idealizada, nuestra pampa aborigen,
desfile lujurioso, violento, que se engarza en sonetos espléndidos, como perla
en oro".
En marzo de ese mismo año,
durante una excursión emprendida con el poeta Alberto Ángel Montoya, cerca de
Purificación, Rivera sufrió otro serio ataque, acompañado de convulsiones y
delirios; fue atendido por el doctor José María Lombana Barreneche y tras una
recuperación de dos meses en Neiva regresó a Bogotá. El 4 de julio, encabezando
con Antonio Gómez Restrepo una delegación diplomática, partió hacia Perú y
México. Con motivo de la celebración de los centenarios de la independencia de
los dos países, Rivera entró en contacto con los escritores Amado Nervo, Manuel
Gutiérrez Nájera y Juan de Dios Peza, entre otros. Para El Mundial de Lima,
José Eustasio Rivera concedió una polémica entrevista que lo llevó a una fuerte
controversia con el gran poeta Eduardo Castillo.
En febrero de 1922 falleció
el padre de Rivera, a la edad de 74 años. Nombrado secretario de la comisión
limítrofe Colombiano-Venezolana, José Eustasio partió con la comisión en
septiembre de 1922, rumbo a Girardot. Siguiendo la ruta río Magdalena abajo,
pasaron por Barranquilla y se adentraron por Venezuela; por el Orinoco llegaron
hasta Ciudad Bolívar y a Caicara a finales de octubre. La falta de apoyo del
gobierno impulsó a Rivera a abandonar la comisión y a proseguir el viaje por su
cuenta.
Rivera llegó a San Fernando
de Atabapo en diciembre, y en Orocué se encontró con Melitón Escobar, antiguo
compañero de comisión, a la que se integró de nuevo y con la que continuó su
viaje por Yavita, Maroa y Victorino, en plena selva. Sin mapas, sin ni siquiera
medios rudimentarios, trazaron los límites, con la ayuda de los ingenieros
suizos que los acompañaban. Según las notas de viaje del doctor venezolano
Ramón Ignacio Méndez, "fue en los largos y tediosos días de la permanencia
de Yavita que José Eustasio Rivera escribió muchos de los capítulos de La
vorágine, y fue allí donde le oí leer algunas páginas de la obra".
En compañía de Melitón
Escobar, Rivera decidió salir por el sur, río abajo, para investigar un
sinnúmero de atropellos contra ciudadanos colombianos de los que había tenido
noticia: la venta de colombianos a caucheros brasileños; las explotaciones
feudales de Leonidas Norzagaray Elicechea, deforestador y esclavista que llegó
a acuñar su propia moneda; la penetración peruana en el territorio nacional
colombiano y los criminales procedimientos de la Casa Arana.
Primero desde Manaos (el 18
de julio de 1923) y, después del dilatado regreso por Venezuela entrando por
Barranquilla, como representante de la Cámara, Rivera hizo toda clase de
denuncias, escribió artículos, organizó una junta de defensa nacional e incluso
citó al ministro de Relaciones Exteriores, por su negligencia al enviar una
comisión sin los mínimos instrumentos para desarrollar su labor y por el cargo
de infidencia al hacer llegar a Norzagaray el informe secreto que Rivera había
despachado desde Manaos. Por ley se les reconocieron los sueldos a los miembros
de la comisión, pero el ministro fue absuelto, no sin antes reconocer el
patriótico procedimiento de Rivera. Sin embargo, por carecer de apoyo
partidista, éste no logró lo que en el fondo perseguía: la salvaguardia de la
soberanía y el honor nacional. Norzagaray, en cambio, intentó matar en dos
ocasiones al escritor.
Desengañado, Rivera volvió a
Neiva y, consciente de que su más efectiva arma de denuncia era su pluma, se
dedicó a hacer excursiones por el Caquetá para, desde los artículos que publicó
en los principales diarios, denunciar las anomalías o, desde el propio terreno,
facilitar consejos. Rivera fue el primero en proponer la construcción de la vía
Neiva-San Vicente de Caguán, que de haberse realizado hubiera impedido la
guerra con el Perú, y que fue finalmente ordenada... 63 años más tarde. La
vorágine se terminó de escribir el 21 de abril de 1924, en Neiva. Su
lanzamiento al público coincidió con el cumpleaños de la madre del autor, el 25
de noviembre de 1924.
No había visto aún la luz La
vorágine cuando Rivera fue llamado a presidir una comisión investigadora sobre
irregularidades del aparato burocrático del gobierno. Dos investigaciones
sirvieron para mostrar el enorme valor ético y patriótico de Rivera y, en un
país con amplios niveles de corrupción, para sepultar las aspiraciones
políticas del escritor. Los apuntes que de estas indagaciones extrajo iban a
servir de documentación para su segunda novela, que no alcanzó a redactar y que
llevaría por título La mancha negra. El 31 de marzo de 1928 partió, como
presidente de la delegación colombiana, al Congreso Internacional de
Inmigración y Emigración que se celebró en La Habana.
Por cuenta propia viajó a
Nueva York, adonde llegó a finales de abril. Residió primero en el hotel Le
Marquis y luego en un apartamento en las cercanías del Central Park. En esta
ciudad se dedicó a la traducción de La vorágine al inglés, al proyecto de llevarla
al cine (nunca realizado) y a su próxima novela, que "habría de aparecer
al marcharse al África, porque allí se sentiría más seguro que en su propia
tierra", como dijo a José A. Velasco. Los oscuros manejos del
representante de la empresa petrolera Standard Oil, el capitán Flanagan, los
tratos secretos e irregulares de altos funcionarios del gobierno como Carlos
Adolfo Urueta, la indelicada actitud del ex ministro Esteban Jaramillo y hasta
los sobornos al consejero espiritual del estadista Dr. Zerda, opuesto a la
firma del contrato entre la Standard Oil y el Estado colombiano para la
construcción del oleoducto Cartagena-Barrancabermeja, eran parte del explosivo
material que Rivera se disponía a manejar, con su pulcritud moral, para su
nueva obra.
El 29 de octubre recibió un
homenaje en la Universidad de Columbia, dictó conferencias y llegó a rumorearse
que sería nombrado cónsul. Pronunció un discurso en el ágape ofrecido al piloto
Benjamín Méndez, dos días antes del histórico vuelo entre Nueva York y Bogotá,
y luego de la partida del avión Rivera comenzó a sentirse mal. Lo que en un
principio el médico creyó que era una gripe y que finalmente jamás logró
diagnosticarse (no se permitió la autopsia) fue convirtiéndose en un grave
estado que, tras cuatro días en coma, llevó a la muerte a José Eustasio Rivera,
a las 12:50 de la invernal tarde del 1 de diciembre de 1928.
El cadáver fue repatriado a
bordo de un barco de la United Fruit, llegó a Barranquilla, donde se le
rindieron honores, y, remontando el Magdalena, llegó finalmente a Bogotá el 7
de enero de 1929, donde fue velado en el Capitolio Nacional. Más de quince mil
personas desfilaron ante él y el 9 de enero fue enterrado en el Cementerio
Central, en medio de sentidas despedidas, hermosos discursos y grandes
multitudes.
La vorágine
Inspirada en el relato que
oyera de labios de Luis Franco Zapata en Orocué, en 1918, sobre el viaje que lo
llevó con Alicia Hernández a establecerse en el corazón de la selva (y que en
cierto modo el autor había revivido en su viaje con la comisión limítrofe
Colombiano-Venezolana), ninguna obra como ésta había logrado reflejar la
extensión pavorosa de la selva amazónica, la selva del caucho, a la que el
protagonista y narrador, Arturo Cova, se precipita para escapar a sus deberes
sociales en compañía de Alicia, una pequeña burguesa arrancada por él de su
mundo familiar más por capricho que por pasión. Las vicisitudes afanosas de
Arturo Cova y de sus compañeros hacen pensar en los esfuerzos de individuos que
obstinadamente, en medio de las arenas movedizas, se agitan para librarse de
ellas, y por su mismo esfuerzo se hunden más rápidamente. Y, en efecto, la
selva se tragará al fin a los tránsfugas de la sociedad.
Arturo Cova, hombre en
apariencia apasionado, violento y amante de la aventura, es en realidad un
personaje cuyo núcleo psicológico es el tedio y la abulia provocada por no
haber encontrado una auténtica finalidad a la vida, abulia que intenta remediar
con la huida y una exacerbación de la voluntad, convirtiéndose aparentemente en
un hombre de acción o un aventurero. Todo el relato de Cova es una fuga de sus
verdaderos problemas; por eso no es extraño que su culminación sea la
desaparición en la selva, tragado por el inmenso cementerio verde, adonde había
penetrado empujado por el deseo de vengar la imaginaria traición de Alicia.
"Antes que me hubiera
apasionado por mujer alguna jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia.
Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni
de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado, fui siempre el
dominador cuyos labios no conocieron la súplica". Así empieza su relato;
personaje complejo, cuando cree descubrir el cansancio de su compañera aparecen
los celos, el apasionamiento: "Alicia me trataba ya, no sólo con
indiferencia, sino con mal disimulado desdén. Desde entonces comencé a
apasionarme por ella y hasta me dio por idealizarla".
Arturo Cova quiere ser
siempre el triunfador, el actor central. Su compañero, Fidel Franco, lo acusará
de ser un desequilibrado tan impulsivo como teatral; en realidad es un
solitario que sólo cree en él: "el ideal no se busca, lo lleva uno consigo
mismo" afirma; sin embargo, no lo mueve ideal alguno. Actúa sin saber por
qué, buscando tan sólo el acto puro, sin finalidad alguna. Por encima de todo
está dominado por el cansancio de la vida, que lo arrastra a la aventura sin
motivo. Su carácter está lleno de notas contradictorias: ataques histéricos,
neurosis, búsqueda del agotamiento y del sufrimiento como un sedante, deseo de
violencia y a la vez un sentido innato de la justicia y una compasión enfermiza
hacia los débiles.
La prosa de José Eustasio
Rivera es poemática y lírica aun en el horror y en la crueldad; el lenguaje lo
acompaña en la imaginación desbordada, con su profusión de imágenes de gran
fuerza expresiva. El autor ahonda psicológicamente en los caracteres y maneja
los elementos con simbolismo evidente y manifiesto. Terrible y desmesurada,
llena de misterio y violencia, La vorágine halla su límite artístico en los
elementos de carácter documental en que abunda, y su grandeza en la
reconstrucción de un mundo en el que la moral cristiana agoniza, mientras se
perfilan los esfuerzos que señalan el nacimiento de una nueva moral
rigurosamente adaptada a la vida impuesta por la selva a quien se aventura en
ella. La obra de Rivera pertenece a la tendencia (hoy común a todas las
literaturas hispanoamericanas) que se puede considerar antieuropea en cuanto
tiende a destruir los vínculos que durante todo el siglo XIX hicieron de la
América latina una oscura provincia de las literaturas europeas, y a crear una
tradición exclusiva y típicamente hispanoamericana.
Gabriel
García Márquez
(Cardona Alvarez
Valentina-Restrepo Restrepo Laura-Cartagena Hernandez Miguel Angel-Ruiz Madera
Angela Maria).
(Aracataca, Colombia, 1928)
Novelista colombiano. Afincado desde muy joven en la capital de Colombia,
Gabriel García Márquez estudió derecho y periodismo en la universidad Nacional
e inició sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario El Espectador.
A los veintisiete años
publicó su primera novela, La hojarasca, en la que ya apuntaba los rasgos más
característicos de su obra de ficción, llena de desbordante fantasía. A partir
de esta primera obra, su narrativa entroncó con la tradición literaria
hispanoamericana, al tiempo que hallaba en algunos creadores estadounidenses,
sobre todo en William Faulkner, nuevas fórmulas expresivas.
Comprometido con los
movimientos de izquierda, Gabriel García Márquez siguió de cerca la
insurrección guerrillera cubana hasta su triunfo en 1959. Amigo de Fidel
Castro, participó por entonces en la fundación de Prensa Latina, la agencia de
noticias de Cuba. Tras la publicación de dos nuevos libros de ficción, en 1965
fue galardonado en su país con el Premio Nacional.
Sólo dos años después, y al
cabo de no pocas vicisitudes con diversos editores, García Márquez logró que
una editorial argentina le publicase la que constituye su obra maestra y una de
las novelas más importantes de la literatura universal del siglo XX, Cien años
de soledad.
La obra, en la que trabajó
más de veinte años, recrea a través de la saga familiar de los Buendía la
peripecia histórica de Macondo, pueblo imaginario que es el trasunto de su propio
pueblo natal y al tiempo, de su país y su continente. De perfecta estructura
circular, el relato alza un mundo propio, recreación mítica del mundo real de
Latinoamérica que ha venido en llamarse «realismo mágico», por el encuentro
constante de elementos realistas con apariciones y circunstancias fantasiosas.
Esta fórmula narrativa entronca con la tradición literaria latinoamericana,
iniciada con las crónicas de los conquistadores, plagadas también de leyendas y
elementos sobrenaturales originados por el profundo choque entre el mundo
conocido y la cultura de los españoles que emigraban y la exuberante y extraña
presencia del continente latinoamericano.
Gabriel García Márquez
Tras una temporada en París,
en 1969 se instaló en Barcelona, donde entabló amistad con intelectuales
españoles, como Carlos Barral, y sudamericanos, como Vargas Llosa. Su estancia
allí fue decisiva para la concreción de lo que se conoció como boom de la
literatura hispanoamericana, del que fue uno de sus mayores representantes.
En 1972 Gabriel García
Márquez obtuvo el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, y pocos años
más tarde regresó a América Latina, para residir alternativamente en Cartagena
de Indias y Ciudad de México, debido sobre todo a la inestabilidad política de su
país.
Su prestigio literario, que
en 1982 le valió el Premio Nobel de Literatura, le confirió autoridad para
hacer oír su voz sobre la vida política y social colombiana. Su actividad como
periodista queda reflejada en Textos costeños, de 1981, Entre cachacos, de
1983, compendios de artículos publicados en la prensa escrita, o Noticias para
un secuestro, amplio reportaje novelado editado en 1996 que trata de la
dramática peripecia de nueve periodistas secuestrados por orden del
narcotraficante Pablo Escobar. Relato de un náufrago, reportaje sobre un caso
real publicado en forma de novela en 1968, constituye un brillante ejemplo de
«nuevo realismo» y refleja su capacidad para cambiar de registro.
En cine ha intervenido en la
redacción de numerosos guiones, a veces adaptaciones de sus propias obras, y
desde 1985 comparte, con el cineasta argentino Fernando Birri, la dirección de
la Escuela Internacional de Cine de La Habana.
Jorge
Isaacs
(Chica
Rivera Juan Manuel-Restrepo Quiceno Camila-Henao Cano Anny Carolina-Rueda Agudelo
Diego Alejandro)
(Cali, 1837 - Ibagué, 1895)
Escritor colombiano. Realizó sus estudios de primaria en la escuela de Cali y
en Popayán y los continuó en la capital de la República entre 1848 y 1852.
Regresó a Cali sin terminar
el bachillerato, debido a la difícil situación económica de su familia, lo que
le hizo olvidar su sueño de ir a estudiar medicina a Inglaterra. Participó en
1854 en las campañas del Cauca, contra la dictadura del general José María
Melo. Dos años después contrajo matrimonio con Felisa González Umaña. En 1860,
volvió a tomar las armas y participó en defensa del gobierno conservador de
Mariano Ospina Rodríguez, contra el general Tomás Cipriano de Mosquera.
Un año después, fue nombrado
subinspector de los trabajos que se realizaban en la construcción del camino de
Cali a Buenaventura. Durante este año de labores en el campamento de La Víbora,
en el clima adverso de las malsanas selvas del Dagua, aprovechando el descanso
y las horas nocturnas, inició la redacción de su obra cumbre María. Allí
contrajo paludismo, enfermedad que lo llevaría a una muerte prematura.
Renunció al cargo y regresó
a Cali a terminar la redacción de la obra. El 16 de marzo de 1861 murió su
padre, suceso que le obligó a dejar a un lado su afición por la anatomía, la
botánica y la medicina y a dedicarse a salvar de la ruina las haciendas y
negocios de su padre. No logró cancelar las deudas, motivo por el cual le
entregó todos los negocios a su hermano Alcides.
De vuelta a Bogotá, se
encuentra en 1864 instalado en la capital de la República como comerciante en
un almacén donde vendía telas, herramientas y cristalería importada que
anunciaba en los avisos de los periódicos. Por iniciativa de su amigo José
María Vergara y Vergara, publicó su primer libro de Poesías (1864) e hizo su
aparición literaria por mediación del grupo El Mosaico, donde Isaacs empezó a
dar a conocer algunos de sus escritos. Representó al Tolima en el Congreso de
1868 y 1869. Fue conservador y en 1869 se convirtió al partido radical. Esta conversión
no le fue perdonada por muchos de sus antiguos copartidarios y le causó burlas
y rencores hasta el final de su vida. Fue nombrado Secretario de Gobierno del
Cauca y simultáneamente Secretario de Hacienda (1870).
En 1871-1872 representó a
los Estados Unidos de Colombia como cónsul general en Chile. En 1873 regresó
nuevamente a Colombia y se dedicó a organizar la educación en Cali. Se preocupó
por la calidad de la enseñanza en todos sus aspectos, tanto en preparación y
capacitación de los maestros, como en dotación de los centros educativos.
Promovió la educación de la mujer, procuró la creación de escuelas nocturnas,
agrícolas y de oficios. Seguidamente, ocupó el cargo de superintendente general
de Instrucción Pública Primaria en el Estado del Cauca (1875) y en el de Tolima
(1883-1884).
En enero de 1880 se proclamó
como Jefe Civil y Militar de Antioquia, pero como no encontró apoyo del
gobierno central ni de su partido, tuvo que rendirse. Por tal motivo fue
expulsado de la Cámara. Después de su fracaso como político en el intento
revolucionario antioqueño, se estableció con su familia en Ibagué y abandonó la
política. Rafael Núñez lo nombró secretario de la Comisión Científica en 1881 y
comenzó su vida de explorador. Realizó su primer viaje desde Santafé de Bogotá
hacia el estado del Magdalena, exploró la región occidental, los desiertos de
Aracataca -donde descubrió yacimientos carboníferos-, visitó la Sierra Nevada y
la Guajira.
Después de una pausa,
reanudó sus exploraciones por la región meridional de Cundinamarca, donde
descubrió cavernas con restos humanos muy antiguos. En noviembre de 1886
recorrió la zona de Sevilla, Aracataca, Fundación, Montería, Ronda y Masuga.
Aquí también descubrió yacimientos de hulla, petróleo y fosfato de cal. Pasó sus
últimos años en Ibagué con su familia, donde murió.
Su obra literaria
En mayo de 1867 apareció en
Bogotá su obra cumbre, María, novela que alcanzó un éxito inmediato, hasta el
punto de alcanzar más de veinte ediciones a lo largo del siglo XIX. Los
críticos literarios la han reconocido como la mejor novela romántica de América
Latina, y le ha merecido a su autor el lugar que en la historia literaria
corresponde a los clásicos universales.
La anécdota de la obra,
narrada en primera persona por el protagonista, es mínima. Efraín, terminados
sus estudios, regresa a la hacienda paterna, en el valle del Cauca; allí
encuentra de nuevo a su prima María, joven de quince años, adoptada por la
familia. El amor, primero levemente insinuado, se convierte después en una pasión
avasalladora, mientras sombríos presentimientos (la enfermedad de María, la
misteriosa ave) anuncian el triste final. El padre del muchacho decide enviar a
éste a Inglaterra, para que curse estudios de medicina; al año una carta le
anuncia la grave enfermedad de María. Efraín regresa a su casa, pero ya es
tarde: los últimos momentos vividos por la amada los conocerá a través de la
narración de su hermana Emma.
Casi la totalidad de la obra
se refiere a la estancia de Efraín en la hacienda, desde su vuelta del colegio
de Bogotá hasta su marcha a Inglaterra. En un admirable "tempo lento"
el autor nos presenta, en esta parte central, el mundo idílico de las
relaciones entre los dos enamorados, hecho de silencios, equívocos, medias
voces, secretos, palabras no pronunciadas, adivinaciones, juegos de manos,
miradas... y a su alrededor el escenario real de la tierra del Cauca.
Motivan este doble aspecto,
de idilio y realidad, las dos corrientes literarias que confluyen en la novela:
la romántica y la realista. La primera proviene del pasado; es la corriente de
la novela sentimental, que en la obra tiene su muestra más importante en el
exotismo del cuento de esclavos de Nay y Sinar, desarrollado en un marco
africano; la segunda, cara al futuro, anuncia algunas características de parte
de la novela hispanoamericana, y dentro de ella tiene lugar el máximo acierto
de Jorge Isaacs: el descubrimiento del paisaje americano. Problema muy
discutido por la crítica ha sido el del valor autobiográfico de la narración:
en algunos momentos es indudable que Isaacs nos está dando su experiencia
directa y familiar.
León
de Greiff
(Correa
Serna Sergio Alejandro-Restrepo Montoya Leidy milena-Henao Cano Eliana
Cristina-Roman Acevedo Angy Manuela)
(Francisco de Asís León
Bogislao de Greiff Haeusler; Medellín, 1895 - Bogotá, 1976) Poeta colombiano
que se distinguió por su lirismo simbólico, sarcástico, imaginativo y musical,
uno de los más originales que ha dado Colombia. Popular entre los poetas e
ignorado por el lector común, vivió casi siempre en Bogotá, donde frecuentó
sucesivas generaciones de bohemia y de vanguardias. El barroquismo y la
singularidad de su estilo lo situaron entre los más influyentes vanguardistas
de América.
León de Greiff
Tras completar los estudios
básicos en el Liceo de la Universidad de Antioquia en Medellín, cursó tres años
en la Escuela de Minas de la Universidad de Antioquia. Posteriormente estudió
derecho en la Universidad Libre de Santafé de Bogotá, a la vez que adquiría
amplios conocimientos de matemáticas y música.
Desde muy joven mostró una
considerable inquietud literaria, desarrollando un estilo vanguardista e
innovador, y ya a los veinte años fue director de la revista literaria Panidas,
mientras formaba parte del grupo literario del mismo nombre. Por esas mismas
fechas fue secretario privado del general Rafael Uribe Uribe. En 1916 trabajó
como cajero contador del Banco Central. Más tarde administraría las obras de
prolongación del Ferrocarril de Antioquia por el río Cauca en la zona de
Bolombolo.
En 1925 colaboró en la
revista Los Nuevos, publicación que reunía a una nueva generación en la que
León de Greiff empezó a destacar como escritor. En 1927 contrajo matrimonio con
Matilde Bernal Nichols, con quien tendría cuatro hijos: Boris, Hjalmar, Astrid
y Axel. Este mismo año fue nombrado jefe de Estadística de la Dirección de
Caminos de Antioquia y luego de los Ferrocarriles Nacionales.
En 1945 fue jefe de
Educación Secundaria de la sección de becas. Tres años después fue nombrado
director del Servicio de Extensión Cultural de Colombia. En 1954 enseñó
literatura en la Facultad de Ingeniería, y música en el Conservatorio de la
Universidad Nacional. Después de trabajar como profesor, ocupó el cargo de
secretario de la Embajada de Colombia en Suecia y viajó como invitado a la
Unión Soviética y a China.
Su obra poética es de
difícil comprensión, debido a la utilización de un simbolismo oscuro, producto
de un imaginario personal muy rico, alimentado, en parte, por su doble
ascendencia española y escandinava, que le empujó a servirse de temas
desconcertantes para los lectores de su país, ya fueran recreaciones de
tradiciones y paisajes lejanos o referencias a autores marginales. Este cruce
ancestral sugiere ya la síntesis de diversos lenguajes que caracterizará su
obra, esa máquina neobarroca de producir vocabularios, juegos verbales,
músicas, en un sistema sinfónico personal sin parangón en la lengua castellana,
por lo que no es excesivo afirmar la existencia de una sintaxis greiffiana.
Su singular producción
parece venir sólo de sí mismo y, al mismo tiempo, de todas las referencias
culturales posibles, desde la espontaneidad de los juglares hasta la perfección
renacentista, la extravagancia barroca, la vibración romántica, el lujo
modernista, el experimentalismo vanguardista. En ella se evidencia su voluntad
de dotar al verso de una gran musicalidad, así como su gusto por la utilización
de palabras en desuso, neologismos y onomatopeyas Es palpable la influencia de
los principales poetas franceses del siglo XIX (Baudelaire, Rimbaud), pero
resulta casi inútil concretar el amplísimo catálogo de autores que nutre su
creación. Sus seudónimos insinúan variados registros, entonaciones e
influencias: Guillaume de Lorges, Claudio Monteflavo, Diego de Estúñiga, Gaspar
von Der Nacht, Gaspar de la Nuit, Sergio Stepansky, Beremundo el Lelo, Leo le
Gris, Judas el Obscuro, Matías Aldecoa, Erik Fjorsson, Harald el Oscuro...
Sus dos primeros libros,
Tergiversaciones (1925) y el Libro de los signos (1930), contienen algunas de sus
poesías más famosas, como la Balada de la fórmula definitiva y paradojal y
Balada del mar no visto. Variaciones alrededor de nada (1936) es su libro mayor
y el que reúne los mejores momentos del conjunto de sus temas: el amor, la
poesía, el silencio, la nada, el viaje y la noche. A ellos hay que añadir
Prosas de Gaspar (1937), Farsa de los pingüinos peripatéticos (1942), Fárrago
(1955) y Velero paradójico (1959). Todos estos títulos fueron recopilados en
sus Obras completas (1960), tras las cuales publicaría aún Nova et vetera
(1968).
La obra de León de Greiff
mereció distinciones oficiales nacionales (como la Cruz de Boyacá, la Orden de
San Carlos y el Premio Nacional de Poesía en 1970), y recibió también
reconocimientos internacionales: desde Argentina fue postulado para el Premio
Nobel de Literatura, y en Caracas se creó un premio de poesía que lleva su
nombre.
MIGUEL
DE CERVANTES SAAVEDRA
(Florez
Cardona Angy MelizaRendon Arias Santiago-Herrea Ramirez Johan Estiven-Rodriguez
Cortes Yulieth Andrea)
(Alcalá de Henares, España,
1547-Madrid, 1616) Escritor español. Cuarto hijo de un modesto médico, Rodrigo
de Cervantes, y de Leonor de Cortinas, vivió una infancia marcada por los
acuciantes problemas económicos de su familia, que en 1551 se trasladó a Valladolid,
a la sazón sede de la corte, en busca de mejor fortuna.
Allí inició el joven Miguel
sus estudios, probablemente en un colegio de jesuitas. Cuando en 1561 la corte
regresó a Madrid, la familia Cervantes hizo lo propio, siempre a la espera de
un cargo lucrativo. La inestabilidad familiar y los vaivenes azarosos de su
padre (que en Valladolid fue encarcelado por deudas) determinaron que su
formación intelectual, aunque extensa, fuera más bien improvisada. Aun así,
parece probable que frecuentara las universidades de Alcalá de Henares y
Salamanca, puesto que en sus textos aparecen copiosas descripciones de la
picaresca estudiantil de la época.
En 1569 salió de España,
probablemente a causa de algún problema con la justicia, y se instaló en Roma,
donde ingresó en la milicia, en la compañía de don Diego de Urbina, con la que
participó en la batalla de Lepanto (1571). En este combate naval contra los
turcos fue herido de un arcabuzazo en la mano izquierda, que le quedó
anquilosada. Cuando, tras varios años de vida de guarnición en Cerdeña,
Lombardía, Nápoles y Sicilia (donde adquirió un gran conocimiento de la
literatura italiana), regresaba de vuelta a España, la nave en que viajaba fue
abordada por piratas turcos (1575), que lo apresaron y vendieron como esclavo,
junto a su hermano Rodrigo, en Argel. Allí permaneció hasta que, en 1580, un
emisario de su familia logró pagar el rescate exigido por sus captores.
Ya en España, tras once años
de ausencia, encontró a su familia en una situación aún más penosa, por lo que
se dedicó a realizar encargos para la corte durante unos años. En 1584 casó con
Catalina Salazar de Palacios, y al año siguiente se publicó su novela pastoril
La Galatea. En 1587 aceptó un puesto de comisario real de abastos que, si bien
le acarreó más de un problema con los campesinos, le permitió entrar en
contacto con el abigarrado y pintoresco mundo del campo que tan bien reflejaría
en su obra maestra, el Quijote, que apareció en 1605. El éxito de este libro
fue inmediato y considerable, pero no le sirvió para salir de la miseria. Al
año siguiente la corte se trasladó de nuevo a Valladolid, y Cervantes con ella.
El éxito del Quijote le permitió publicar otras obras que ya tenía escritas:
los cuentos morales de las Novelas ejemplares, el Viaje del Parnaso y Comedias
y entremeses.
En 1616, meses antes de su
muerte, envió a la imprenta el segundo tomo del Quijote, con lo que quedaba
completa la obra que lo sitúa como uno de los más grandes escritores de la historia y como el fundador de la
novela en el sentido moderno de la palabra. A partir de una sátira corrosiva de
las novelas de caballerías, el libro construye un cuadro tragicómico de la vida
y explora las profundidades del alma a través de las andanzas de dos personajes
arquetípicos y contrapuestos, el iluminado don Quijote y su prosaico escudero
Sancho Panza.
Las dos partes del Quijote
ofrecen, en cuanto a técnica novelística, notables diferencias. De ambas, la
segunda (de la que se publicó en Tarragona una versión apócrifa, conocida como
el Quijote de Avellaneda, que Cervantes tuvo tiempo de rechazar y criticar por
escrito) es, por muchos motivos, más perfecta que la primera, publicada diez
años antes. Su estilo revela mayor cuidado y el efecto cómico deja de buscarse
en lo grotesco y se consigue con recursos más depurados. Los dos personajes
principales adquieren también mayor complejidad, al emprender cada uno de ellos
caminos contradictorios, que conducen a don Quijote hacia la cordura y el
desengaño, mientras Sancho Panza siente nacer en sí nobles anhelos de
generosidad y justicia. Pero la grandeza del Quijote no debe ocultar el valor
del resto de la producción literaria de Cervantes, entre la que destaca la
novela itinerante Los trabajos de Persiles y Sigismunda, su auténtico
testamento poético.
ERNESTO
SÁBATO
(Gomez
Palacio Juan Esteban-Pulgarin Ortiz Estiven-Moncada Chica Juan Esteban-Robledo
velez Laura Xiomara
(Rojas, Argentina, 1911 -
murió en Santos Lugares (Argentina)). Escritor argentino. Ernesto Sábato se
doctoró en física en la Universidad de la Plata e inició una prometedora
carrera como investigador científico en París, donde había ido becado para
trabajar en el célebre Laboratorio Curie. Allí trabó amistad con los escritores
y pintores del movimiento surrealista, en especial con André Breton, quien
alentó la vocación literaria de Sábato. En París comenzó a escribir su primera
novela, La fuente muda, de la que sólo publicaría un fragmento en la revista
Sur.
Novelista y ensayista
argentino, cuya obra se caracteriza por un profundo contenido intelectual sobre
la difícil separación entre las nociones del bien y del mal, y por un estilo
brillante e inquietante. Nació en Rojas (Buenos Aires) en el seno de una
familia de inmigrantes italianos. Estudió Física y Matemáticas en la
Universidad de La Plata; después de doctorarse en 1938, viajó a París para trabajar
en los laboratorios Joliot-Curie. Entró en contacto con el surrealismo,
experiencia transcendente en su vida ya que decidió adentrarse en los
territorios más oscuros del arte apoyándose en el lenguaje del inconsciente y
en los métodos del psicoanálisis. Regresó a Argentina en 1940 como profesor de
la Universidad Nacional de Buenos Aires. En 1945 publicó unos artículos en el
periódico La Nación atacando el régimen de Perón, por lo que se vio forzado a
abandonar la enseñanza. Estuvo retirado durante un año y el resultado fue el
libro Uno y el universo (1945), una colección de artículos políticos,
filosóficos en los que censuraba la moral neutral de la ciencia heredada del
siglo XIX. Esta desconfianza en la ciencia le llevó a investigar sobre las
posibilidades que ofrecería la literatura para analizar problemas
existenciales, y el fruto fue la novela El túnel (1948) en la que el narrador
describe una historia de amor y muerte en la que muestra la soledad del
individuo contemporáneo. A Sábato le interesaba reflexionar sobre la locura,
comprender el motivo por el cual el protagonista mata a la mujer que ama y que
es única vía de salvación. La obra tuvo una gran aceptación y sirvió para
calificar a su autor como una inquietante y original personalidad literaria.
Sobre héroes y tumbas
(1961), considerada la mejor novela argentina del siglo XX, fue su siguiente
obra y consagró a Sábato como escritor universal. En ella quiso indagar
"las verdades últimas (y muchas veces atroces) que hay en el subsuelo del
hombre"; vertió sus obsesiones personales en una clara introspección
autobiográfica en medio de las reflexiones sobre la historia argentina; todo a
lo largo de la obra se va haciendo negativo, pesimista, sin salida. La novela
muestra a los últimos representantes de una familia oligárquica venida a menos,
en la que se intercala la historia de los seguidores del general Lavalle que
una vez derrotados llevaron el cuerpo muerto de su jefe al exilio; en un tercer
plano argumental pero vertebrador de la estructura del libro e imprescindible
para el conocimiento del personaje central, Fernando, está el 'Informe para
ciegos' que a veces se ha publicado como pieza autónoma, una pesadilla que
sufre Fernando culpabilizándose por un incesto cometido y que lleva al autor a
introducirse en los abismos infernales más perturbadores, combinando elementos
tomados del surrealismo, Nietzsche, Jung y Freud. Aún siguió reflexionando
sobre las posibilidades de la novela en Abaddón, el exterminador (1974) de
corte autobiográfico más acusado, con una estructura narrativa aparentemente
fragmentario, y de argumento apocalíptico en el cual las potencias maléficas
rigen el universo y es inútil la resistencia. Su compromiso civil, en defensa
de la democracia y del respeto a los derechos humanos, se muestra en ensayos
como El otro rostro del peronismo, El caso Sábato, Torturas y libertad de
prensa, Carta abierta al general Aramburu (1956), La cultura en la encrucijada
nacional (1976); en 1985 presidió la Comisión Nacional que publicó el informe Nunca
más sobre la represión llevada a cabo en Argentina por los gobiernos militares
desde 1976 a 1983. Toda su reflexión sobre la literatura y especialmente sobre
la novela la plasmó en ensayos tan significativos como El escritor y sus
fantasmas (1963) y Aproximación a la literatura de nuestro tiempo:
Robbe-Grillet, Borges, Sartre (1968). Sábato recibió el nombramiento de
Caballero de la Legión de Honor de Francia en 1979, y el Premio Miguel de
Cervantes en 1984. En los últimos tiempos, la pérdida progresiva de la vista le
alejó de la escritura, aunque descubrió la pintura y a ella dedicó gran parte
de sus últimos años.
GABRIELA
MISTRAL
(Henao
Correa Estefanía-Ortiz Benítez Nallely Andrea-Ortiz Osorio Yesica-Restrepo
Quinceno Abelino)
(Vicuña 1889 - Nueva York
1957)
Lucila Godoy, llamada
Gabriela Mistral (conocida mejor como Gabriela Mistral), escritora chilena.
Hija de un maestro rural, que abandonó el hogar a los tres años del nacimiento
de Gabriela, la muchacha tuvo una niñez difícil en uno de los parajes más
desolados de Chile. A los 15 años publicó sus primeros versos en la prensa
local, y empezó a estudiar para maestra. En 1906 se enamoró de un modesto
empleado de ferrocarriles, Romelio Ureta, que, por causas desconocidas, se
suicidó al poco tiempo; de la enorme impresión que le causó aquella pérdida
surgieron sus primeros versos importantes. En 1910 obtuvo el título de maestra
en Santiago, y cuatro años después se produjo su consagración poética en los
juegos florales de la capital de Chile; los versos ganadores- Los sonetos de la
muerte- pertenecen a su libro Desolación (1922), que publicaría el instituto de
las Españas de Nueva York. En 1925 dejó la enseñanza, y, tras actuar como
representante de Chile en el Instituto de cooperación intelectual de la S.D.N.,
fue cónsul en Nápoles y en Lisboa. Vuelta a su patria colaboró decisivamente en
la campaña electoral del Frente popular (1938), que llevó a la presidencia de
la república a su amigo de juventud P. Aguirre Cerda. En 1945 recibió el premio
Nobel de literatura; viajó por todo el mundo, y en 1951 recogió en su país el
premio nacional.
En 1953 se le nombra Cónsul
de Chile en Nueva York. Participa en la Asamblea de Las Naciones Unidas
representando a Chile. En 1954 viene a Chile y se le tributa un homenaje
oficial. Regresa a los Estados Unidos.
El Gobierno de Chile le
acuerda en 1956 una pensión especial por la Ley que se promulga en el mes de
noviembre.
En1957, después de una larga
enfermedad, muere el 10 de enero, en el Hospital General de Hempstead, en Nueva
York. Sus restos reciben el homenaje del pueblo chileno, declarándose tres días
de duelo oficial. Los funerales constituyen una apoteosis. Se le rinden
homenajes en todo el Continente y en la mayoría de los países del mundo.
La obra poética de Gabriela
Mistral surge del modernismo, más concretamente de Amado Nervo, aunque también
se aprecia la influencia de Frédéric Mistral (de quién tomó el seudónimo) y el
recuerdo del estilo de la Biblia. De algunos momentos de Rubén Darío tomó, sin
duda, la principal de sus características: la ausencia de retórica y el gusto
por el lenguaje coloquial. A pesar de sus imágenes violentas y su gusto por los
símbolos, fue, sin embargo, absolutamente refractaria a la "poesía
pura", y, ya en 1945, rechazó un prólogo de P. Valéry a la versión
francesa de sus versos. Sus temas predilectos fueron: la maternidad, el amor,
la comunión con la naturaleza americana, la muerte como destino, y, por encima
de todos, un extraño panteísmo religioso, que, no obstante, persiste en la utilización
de las referencias concretas al cristianismo. Al citado Desolación siguieron
los libros Lecturas para mujeres destinadas a la enseñanza del lenguaje (1924);
Ternura (1924), canciones para niños; Tala (1938); Poemas de las madres (1950),
y Lagar (1954). Póstumamente se recogieron su Epistolario (1957) y sus Recados
contando a Chile (1957), originales prosas periodísticas, dispersas en
publicaciones desde 1925.
PABLO
NERUDA
(Henao
Lopez Juan Pablo-Ortiz Arias Isabel Cristina-Ortiz quintero Gustavo-Palacio
Restrepo Samuel)
(Seudónimo de Neftalí
Ricardo Reyes Basoalto; Parral, Chile, 1904-Santiago de Chile, 1973) Poeta
chileno. Comenzó muy pronto a escribir poesía, y en 1921 publicó La canción de
la fiesta, su primer poema, con el seudónimo de Pablo Neruda, en homenaje al
poeta checo Jan Neruda, nombre que mantuvo a partir de entonces y que legalizó
en 1946.
Su madre murió sólo un mes
más tarde de que naciera él, momento en que su padre, un empleado ferroviario,
se instaló en Temuco, donde el joven Pablo Neruda cursó sus primeros estudios y
conoció a Gabriela Mistral. Allí también comenzó a trabajar en un periódico,
hasta que a los dieciséis años se trasladó a Santiago, donde publicó sus
primeros poemas en la revista Claridad.
Tras publicar algunos libros
de poesía, en 1924 alcanzó fama internacional con Veinte poemas de amor y una
canción desesperada, obra que, junto con Tentativa del hombre infinito,
distingue la primera etapa de su producción poética, señalada por la transición
del modernismo a formas vanguardistas influidas por el creacionismo de Vicente
Huidobro.
Los problemas económicos
indujeron a Pablo Neruda a emprender, en 1926, la carrera consular que lo llevó
a residir en Birmania, Ceilán, Java, Singapur y, entre 1934 y 1938, en España,
donde se relacionó con García Lorca, Aleixandre, Gerardo Diego y otros
componentes de la llamada Generación del 27, y fundó la revista Caballo Verde
para la Poesía. Desde su primer manifiesto tomó partido por una «poesía sin
pureza» y próxima a la realidad inmediata, en consonancia con su toma de
conciencia social.
En tal sentido, Neruda apoyó
a los republicanos al estallar la guerra civil y escribió España en el corazón.
Progresivamente sus poemas experimentaron una transición hacia formas
herméticas y un tono más sombrío al percibir el paso del tiempo, el caos y la
muerte en la realidad cotidiana.
De regreso en Chile, en 1939
Neruda ingresó en el Partido Comunista y su obra experimentó un giro hacia la
militancia política que culminó con la exaltación de los mitos americanos de su
Canto general. En 1945 fue el primer poeta en ser galardonado con el Premio
Nacional de Literatura de Chile. Al mismo tiempo, desde su escaño de senador
utilizó su oratoria para denunciar los abusos y las desigualdades del sistema.
Tal actitud provocó la persecución gubernamental y su posterior exilio en
Argentina.
RAFAEL
POMBO
(Puerta
Saldarriga Gabriel Jaime-Velásquez Arias Yurliany-Hincapie López
Alexandra-Orozco Zuleta Sebastián)
(Bogotá, 1833 – 1912) Poeta
colombiano al que se considera uno de los nombres fundamentales del
romanticismo sudamericano y que fue coronado poeta nacional en 1905.
Su familia formaba parte de
la aristocracia criolla: su padre, Lio de Pombo O'Donnel, fue un destacado
político, militar y diplomático cartagenero, que entre otras cosas firmó el
tratado Pombo-Michelena de límites con Venezuela y se casó en Popayán con Ana
Rebolledo, también de alta alcurnia. Rafael fue el hijo primogénito. Su tía
paterna, Matilde, fue la madre de los hermanos Julio y Sergio Arboleda, también
literatos y periodistas.
Como era costumbre, doña Ana
enseñó a Rafael las primeras letras. A los once años, en 1844, ingresó en el
seminario. El latín allí estudiado haría de él un diestro traductor de los
clásicos; Marcelino Menéndez y Pelayo comentó acerca de sus traducciones:
"No las hay más valientes y atrevidas en nuestra lengua". De los
poetas grecolatinos tradujo el episodio de Laoconte de Virgilio y a Horacio.
También vertió al castellano El poeta moribundo, de Alphonse de Lamartine, y el
soliloquio de Hamlet de Shakespeare.
Parece que la inclinación
por la poesía nació en Pombo desde muy temprano. Ya a los diez años había
copiado versos y traducciones en un cuadernillo que tituló Panteón literario.
En 1846 ingresó en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, donde
estudió humanidades; en 1848 recibió el grado en matemáticas e ingeniería en el
Colegio Militar que hacía poco había fundado el general Tomás Cipriano de
Mosquera.
Aunque nunca ejerció
formalmente esta carrera, se sabe que realizó algunos estudios para el
mejoramiento urbano de Bogotá. Recién graduado, fue miembro de la Sociedad
Filotémica, en cuyo periódico publicó por primera vez poesías bajo el seudónimo
de Firatelio. Estas tempranas obras, cargadas de un tono sentimental, dejan
entrever ecos de Campoamor, Zorrilla, Garcilaso y del legendario lord Byron.
Posteriormente viajó a
Popayán, donde su familia materna tenía propiedades, escribiendo allí dos de
sus poemas más conocidos: La copa de vino y Mi amor, firmado con el seudónimo
de Edda. En compañía del escritor José María Vergara y Vergara fundó La Siesta,
en 1852, órgano literario de marcado tinte romántico.
En 1855 viajó a Nueva York
como secretario de la legación colombiana en esta ciudad. Permaneció 17 años en
Estados Unidos, siendo ésta su época de plenitud creadora. Tal vez el contacto
con una cultura y un idioma de sonoridades diferentes dio un giro universal a
su obra. También mantuvo contacto con personalidades de la intelectualidad como
Longfellow y Bryant. Tradujo por ese entonces a poetas ingleses, franceses y
alemanes, y sus llamados Cuentos pintados se publicaron por primera vez en esa
ciudad.
Pombo fue coronado como
poeta nacional el 20 de agosto de 1905, en el teatro Colón. El 6 de febrero de
1912 reemplazó a Manuel María Mallarino como miembro de la Academia Colombiana
de la Lengua, de la que fue secretario perpetuo.
Con Pombo nace, en un
entorno de acento todavía colonial, una poesía nueva en el continente. Su
lírica funde subjetividad y meditación filosófica, reflexivo sentimiento del
amor y de la naturaleza, pálpito religioso y aprovechamiento de la experiencia.
Dios, la naturaleza y la mujer son protagonistas en su obra, así como la
rebeldía, el vigor, la ironía, por lo que resulta una extraña suma de autor
entre devoto y demoníaco. Su inspiración romántica recorrió los caminos que van
de Zorrilla y Víctor Hugo a Byron y Leopardi, pasando por los clásicos griegos
y latinos, que se afanó en traducir, así como a muchos ingleses y franceses.
Su obra se puede dividir en
tres ciclos que corresponden a tres momentos de la vida del poeta: primera
residencia en Bogotá, residencia en Estados Unidos y segunda estadía en Bogotá.
Pombo entiende desde muy temprana edad que su quehacer es escribir: "De
que soy poeta apenas tengo estos datos: Que no sirvo para nada, sino para hacer
versos". Sus primeros poemas fueron publicados bajo el título Exabruptos
poéticos de Rafael Pombo.
En 1855, Rafael Pombo
escribió La hora de las tinieblas, poema compuesto por 61 décimas, que abre y
refleja de manera fidedigna la segunda etapa de su producción. Estos versos
manifiestan un sentimiento de escepticismo y desesperanza propio del más
genuino espíritu romántico. El poema Noche de diciembre retoma la temática de
La hora de las tinieblas: es el escepticismo y la desesperanza, tal vez con
mayor madurez literaria, pero con el mismo sentimiento y espíritu.
Entre los más logrados
poemas de Pombo escritos en Norteamérica se ha querido destacar Al Niágara y
Elvira Tracy. En el primero hay una constante oposición entre la civilización
moderna y la vida bucólica, entre la utilidad y el desinterés, entre lo
artificial y lo natural, donde lo segundo siempre triunfa por sobre lo primero.
Elvira Tracy es un canto al amor verdadero, a la pureza femenina, a la
inocencia; es un canto en el que se cumple el ideal romántico de morir en la
plenitud de la belleza y en el inicio de la vida.
Más que un poeta del amor,
Pombo canta a la amada, y más aún a la compañía de la amada. En efecto, la
mujer amada es, para el vate bogotano, la suma e interpretación de toda la
creación. Al lado del Pombo sentimental encontramos, por momentos, un poeta
preocupado y angustiado por los grandes problemas metafísicos. En ese campo, la
religiosidad de Pombo se torna a veces en misticismo.
Otro de los temas
recurrentes en su obra es la historia y las manifestaciones de la cultura
local. En este ámbito sobresalen sus poemas a la patria y al folclore nacional.
Finalmente, cabe destacar, la inclinación de Pombo por la literatura infantil,
en donde da rienda suelta a su fascinación por lo fabuloso y lo mágico.
La obra completa de Pombo se
publicó por vez primera en 1916, en cuatro volúmenes. El primero y el segundo
contienen su obra poética; el tercer tomo lo constituyen sus traducciones, y el
último encierra sus Fábulas y verdades, Cuentos pintados y Cuentos morales para
niños formales, entre los que se halla relatos como Simón el bobito, La pobre
viejecita, Mirringa y Mirronga y Fuño y Furaño, que aún hoy en día son leídos
por niños y adultos. Pombo dejó también numerosos artículos de crítica
literaria.
JOSÉ ASUNCIÓN SILVA
(Martinez Cortes Jhon Estiven-)
José Asunción Silva (Bogotá, 27 de noviembre de 1865 - Ibídem, 23 de mayo
de 1896) fue un poeta colombiano. Parte de su importancia para la literatura
estriba, esencialmente, en haber sido uno de los más importantes precursores
del Modernismo, y, según otro sector de la crítica, uno de los más importantes
escritores de la primera generación de modernistas.
Nace en el seno de una
familia acomodada formada por Ricardo Silva Frade y Vicenta Gómez Diago. Tuvo
cinco hermanos, tres de os cuales murieron muy jóvenes, solo quedó su hermana
Elvira que fue su gran amiga y confidente durante toda su vida.
Estudió en el Colegio de San
José y en el colegio Liceo de la Infancia. En 1878 dejo los estudios y comenzó
a trabajar en el almacén de su padre, y empezó a escribir las poesía que más
adelante recogería en el libro Intimidades.
A fines de octubre de 1884
viajó a París, en esta época Silva lee copiosamente, vive con intensidad la
vida sofisticada de París y viaja a Londres y a Suiza. Este viaje marcará un
cambio de rumbo en su poesía.
En 1886 regresó a Bogotá
transformado en un dandy parisino. En junio de 1887 murió su padre dejando el
negocio en bancarrota. El poeta se enfrentó a la crisis económica, y tuvo
fuerzas para iniciar la redacción de su novela De sobremesa.
En enero de 1891 murió su
hermana Elvira, a la que dedicará uno de sus más famosos poemas: Nocturno III.
Viajó a Venezuela. En los
años posteriores su actividad literaria se afianzó y se relacionó con numerosos
artistas así como con los redactores de El Cojo Ilustrado y Cosmópolis.
En enero de 1895 cuando
regresaba a Colombia naufragó el vapor en el que viajaba, lo que hizo que
perdiera sus manuscritos.
Intentó reescribir algunas
de las obras y reflotar su situación económica estableciendo una fábrica de
baldosines que fracasa.
En 1896 le pidió a su doctor
que le marcara en el pecho el sitio exacto del corazón, y al día siguiente, el
veinticuatro de mayo, fue encontrado muerto con un tiro en el pecho.
Obras
de José Asunción Silva
A pesar de ser considerado
como uno de los grandes de la literatura, la obra de José Asunción Silva no es
muy extensa. Se ha querido encuadrar al gran poeta colombiano en el
romanticismo y en el modernismo, pero en realidad, nos encontramos ante un
poeta excepcional con características singulares. Más que romántico, es un
posromántico poderosamente influido por Bécquer y Edgar Allan Poe; se resiste a
incorporarse a la corriente modernista que acaudilla Rubén Darío, pero es por
sus calidades un precursor y hasta un iniciador del modernismo.
Una primera etapa está
marcada por el romanticismo; así lo demuestra su libro Intimidades, poemas
escritos entre los 14 y los 18 años de edad. La obra incluye 59 composiciones
(por lo menos dos de ellas en forma fragmentaria), entre las cuales, más de 33
permanecían inéditas. Este libro constituye, tal vez, la fuente más rica de la
obra escrita en verso por el poeta colombiano (los poemas sólo fueron
publicados en su totalidad en 1977).
En esos primeros escritos,
Silva afianza su voluntad de poeta. Desde el primer poema, Las ondinas, se
anuncia el tono general, una obra de gótico romanticismo, de textos lúgubres
llenos de misterio; el mundo del poeta es el mundo de los muertos, de la luna,
de las "húmedas neblinas...", como cita Eduardo Camacho Guizado.
Dice Silva en su prólogo de
1882 al poema Bienaventurados los que lloran de Federico Rivas Frade
(1858-1922) que Bécquer y sus imitadores "encierran en poesías cortas,
llenas de sugestiones profundas, un infinito de pensamientos dolorosos".
Juan Gustavo Cobo Borda afirma que este prólogo debe leerse a su vez como
autobiografía y poética de Silva, que "entiende la poesía como una
actividad cercana a lo religioso, como plegaria o rezo, susurro o
confidencia". Por lo menos cuatro composiciones de Intimidades son
versiones de textos de Víctor Hugo. Silva quiere evadir la realidad santafereña
y se refugia en su soledad para ir en busca del más allá, de los "paraísos
imaginarios" que le sugiriera Baudelaire.
Sin embargo, es El libro de
versos la obra considerada de mayor relevancia en la producción literaria del
poeta. Un primer gran tema de esta compilación poética lo constituye la
infancia, que frente al presente negativo y doloroso parece ser la época más
feliz de la vida; pero también existen otras preocupaciones: el poeta y su
pasado histórico. La evocación de su infancia personal se hace reflexión épica
sobre el pasado histórico latinoamericano, sobre su futuro y su presente. Al
pie de la estatua es un poema dedicado al Libertador Simón Bolívar, en el cual
el prócer se dirige al poeta. Éste es el único poema que Silva escribe sobre
América y que muestra su naciente preocupación histórica y política.
En "Infancia"
Silva plasma sus vivencias de niño; aparecen los personajes de los cuentos
infantiles: Caperucita, Barba Azul, Gulliver o el ratón Pérez. El vate
colombiano describe aquí sus años de escuela, sus juegos, las historias de la
abuela, los paseos al campo... Miguel de Unamuno sugiere que el poeta busca la
muerte sólo por la imposibilidad de seguir siendo niño: "El mundo le
rompió con el sueño la vida".
Una segunda preocupación de
Silva la constituye el amor, como se aprecia en el Nocturno II ("Poeta, di
paso...") y en el Nocturno. La pretendida ambigüedad de sus sensaciones
íntimas, especialmente en relación con su hermana Elvira, expresadas a raíz de
la muerte de ésta en el famoso tercer Nocturno, ha sido apasionadamente
comentada por la crítica; a pesar de todo, y a pesar también de la caprichosa
elaboración de los versos, el prodigioso conjunto de este Nocturno de ritmo
tetrasilábico es un monumento lírico indiscutible. En una tercera instancia de
este Libro de versos, Silva quiere abarcar distintos temas; aquí se recuerdan
sus composiciones Un poema y Vejeces. En la última sección, Silva nos revela
todo su desengaño del mundo y su pesimismo, como lo anunciara el título de su
poema Ceniza o Día de difuntos.
Otro libro unitario en la
obra de Silva lo constituye Gotas Amargas. En esta obra las intenciones
poéticas de Silva son diferentes y de claro contenido satírico. Existen otros
poemas de Silva de tono satírico no incluidos en estas trece gotas, como por
ejemplo Psicopatía de El libro de versos. Al parecer, Silva dio poca
importancia a estos poemas, que no consideraba dignos de su talento.
La sátira abarca temas tales
como la literatura de la época, a la que Silva califica de sensiblerías
"semi-románticas". También son tema de mofa la afectación
intelectual, los poetas "grandiosos y sibilinos", los lectores que
confunden la literatura con la vida, las creencias religiosas de su sociedad y
de su tiempo, así como sus convenciones sociales, morales y sexuales. Los
poemas dispersos, recogidos bajo el título de Versos varios, son traducciones y
versiones de poemas europeos (franceses en su gran mayoría), así como poemas
juveniles y unos pocos posteriores a El libro de versos.
La
narrativa: De sobremesa
De sobremesa se considera la
obra precursora de la novela modernista. El texto nace de una sugerencia que le
hace su amigo Emilio Cuervo Márquez, quien insta a Silva a escribir una novela
sobre Bogotá; el poeta responde que escribirá la novela cuando Bogotá cuente
con más de medio millón de habitantes, es decir, cuando los bogotanos hayan
superado su estrecha mentalidad provinciana. Sin embargo, Silva se decide, y De
sobremesa pasa de ser una novela sobre Bogotá a la novela de un bogotano que reside
en París.
WILLIAM
OSPINA
(Casas
Martinez Daniela - Monroy Bonilla Wendy Vanessa )
William Ospina, ganador del
premio Rómulo Gallegos 2009, con su novela "El País de la Canela".
William Ospina, nació en
Padua (Tolima). Hizo el bachillerato en el Colegio San José de Fresno y estudió
Derecho en la universidad de Santiago de Cali. Nunca supo en qué momento los
códigos y las leyes quedaron rezagadas por la lectura de los clásicos griegos.
Aristófanes y el gran Herodoto, le resultaron siempre más interesantes que el
Código de Procedimiento Penal. El escritor pertenece a esa generación de
colombianos que creció durante el Frente Nacional. Que vio crecer en contrapeso
a la corrupción, un movimiento estudiantil preocupado por los los problemas del
país.
Fueron también los días del
boom latinoamericano y la literatura siempre ocupó un lugar importante en esas
disertaciones. Borges, Cortázar, Paz, estaban en boca de todos, y William
Ospina intercalaba la lectura de sus obras con Píndaro y Browning, Virgilio y
Rimbaud, Fray Luis de León y Alejandra Pizarnik. En 1979, con un manojo de
poemas y varios ensayos publicados, renuncia al Derecho y empieza a trabajar en
revistas escribiendo notas de temas diversos. Perfiles de personajes y grandes
escritores, análisis y reseñas literarias. También colabora en algunos
proyectos publicitarios, que le sirvieron para reunir un dinero y viajar a Europa.
Vivió en Paris, en un barrio
bohemio, repleto de artistas y pensadores. Recorrió Alemania, Bélgica, Italia,
Grecia y España, para darse cuenta que su futuro estaba en su tierra natal,
donde todo estaba por hacer. Regresa a Colombia en 1981. Traía en mente un
estudio acerca de la obra de Aurelio Arturo, poeta moderno que como él, nació
en un pueblo, La Unión (Nariño) Morada al sur, la máxima obra de Aurelio
Arturo, fue para nuestro escritor, un hallazgo en esos días, que buscaba con
ansias una voz americana. La lectura y relectura de la obra de Arturo,
fallecido en Bogotá en 1972, lo llevó a escribir una serie de ensayos que
tituló, La palabra del hombre, con los cuales obtuvo en 1982, el Premio
Nacional de Ensayo que otorgó la Universidad de Nariño (Pasto).
En 1986, William Ospina
publicó su primer libro de poemas Hilo de Arena, y luego el segundo volumen, La
luna del dragón, en 1991. Ambos títulos lo hicieron merecedor de un puesto
relevante en el panorama de la nueva poesía colombiana. Auspiciado por la Casa
de Poesía Silva, se le encomienda una serie de ensayos sobre la poesía indígena
de la Conquista, que hará parte del libro la Historia de la poesía colombiana.
Esta reveladora experiencia le llevó a adentrarse a los oscuros caminos del
pasado y revelar de una historia escrita por los vencedores, el testimonio de
los vencidos. En 1992, todo este cúmulo de conocimiento ancestral le lleva a
ganar el Premio Nacional de Poesía con el poemario El país del viento.
El 13 de julio de 1993, en
compañía de un grupo de escritores y artistas entre los que se destacaban el
poeta Darío Jaramillo y Guillermo González, se funda la Revista Número, en
donde todavía escribe ensayos y numerosos artículos. Es en esta revista, que
aparece en 1996 el ensayo La Franja Amarilla, uno de sus textos más hondos
acerca de un nuevo pensamiento colombiano. En el año 2002, aparece Las Auroras
de Sangre , una obra monumental que surge de un largo y minucioso estudio del
poeta Juan de Castellanos, considerado el primer poeta nacido en Colombia.
En el año 2005 publicó
Ursúa, un relato de ficción basado en hechos reales. La historia nos lleva a la
piel de Pedro de Ursúa, un feroz conquistador español, a quien la historia lo
enaltece como fundador de la ciudad de Pamplona, pero que gracias a la ardua
investigación de Ospina, descubrimos que este hombre es un ejemplo de los
desmanes y tambien aciertos que tuvieron los conquistadores españoles.
Con El país de la canela ,
su segunda novela, recorre la mirada desconocida de un hombre foráneo en un
paseo vertiginoso por las selvas amazónicas. Esta obra le mereció ganar en el
año 2009, el premio Rómulo Gallegos, que en versiones anteriores han ganado
autores como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. En estos momentos,
prepara la tercera novela que cierra la trilogía del descubrimiento y
colonización de América, que se llamará La Serpiente sin Ojos.
En
sus propias palabras
"El hallazgo de la obra
de Juan de Castellanos me aproximó no sólo a los hechos de la Conquista, sino a
las atmósferas y los detalles de esas campañas: cómo quedaron impresos los
colmillos del caimán en el flanco de la canoa, que pasó con el hombre que en
plena selva se tragó un sapo, cómo era esa barca para doscientos hombres
tallada en el tronco de un árbol, donde les ponían a las flechas como punta
dientes de tiburón y puyas de rayas. Al cabo de años de leer esas cosas, ya me
sentí capaz de contar una historia ambientada en el siglo XVI en las selvas de
América".
"Mi desafío era el de
alcanzar un doble asombro: el de los jinetes sobre sus bestias de hierro
avanzando por un mundo desmesurado, irreconocible, tan bello como peligroso, y
el de los hombres y las selvas del nuevo mundo viendo llegar ese tropel de
espadas y de leyendas. Un escritor de América Latina hoy no puede ignorar que
está escribiendo después de Borges y de Rulfo, de Neruda y de García Márquez, y
en la lengua riquísima que tenemos después de ellos para interrogar nuestro
pasado y nuestro futuro".
"Todo lo que escribo es
real, yo me encargo sólo de poner algunos detalles".
"Estamos en un proceso
de redefinición. Hoy América Latina vuelve a preguntarse quién es, y es natural
porque el mundo no deja de cambiar. Afortunadamente, cada vez que nos
preguntamos, la respuesta es distinta, y eso tiene muchas posibilidades
literarias".